El Ojo En El Cielo

Blog de arte. Reflexiones sobre arte, diseño y comunicación.PREMIO SETDART AL MEJOR BLOG DE ARTE 2019

Categoría: Cine

Porque te ve

The camera doesn’t make a bit of difference. All of them can record what you are seeing. But, you have to SEE. (La cámara no marca la diferencia. Todas pueden captar lo que ves. Pero eres tú quien tiene que ver)

Ernst Haas (pintor y fotógrafo austríaco en un taller de fotografía en 1985)

Prescindir de un kilo de margarina en plena postguerra, cuando el racionamiento, la miseria y el hambre marcaban la vida de las personas puede parecer un gesto heroico o una locura. Un muchacho austríaco llamado Ernst Haas, que había interrumpido sus estudios artísticos al comienzo de la II Guerra Mundial, decidió cambiar en el mercado negro un día del año 1946 ese kilo de margarina por una cámara de fotos. Una Rolleiflex, más concretamente. Y ese trueque le cambió la vida.

Ernst Haas (1921-1986) había nacido en una familia acomodada de origen judío, donde su padre, un alto funcionario de la administración, era un gran aficionado a la fotografía y al arte en general. Su madre disfrutaba pintando y escribiendo. Y Ernst pronto despuntó como dibujante y pintor. Tanto que ingresó en una exclusiva escuela privada donde su dominio de la técnica hacía que los profesores le pidieran que formara parte de los jurados que valoraban los trabajos de sus propios compañeros de clase en los concursos de pintura del centro. esta fue una etapa de formación que se interrumpió bruscamente en 1938, tras la anexión de Austria a Alemania. Haas fue trasladado a un campo de trabajo alemán donde permaneció hasta 1940, cuando pudo regresar a Viena. Entonces ingresó en la facultad de Medicina y comenzó a estudiar allí hasta que le expulsaron al poco tiempo por ser judío.

Ernst Haas sobrevivió a la guerra después de enterrar sus sueños de ser pintor y médico. Pero, por muy profunda que fuera la fosa donde había depositado sus ansias artísticas, ésta volvió a abrirse aquel día en que renunció a la margarina por tener en sus manos una cámara de fotos. Caminando por las calles de la capital austriaca era testigo de la huella de la guerra no tanto en el decorado urbano como en las personas. Los años de guerra y nazismo habían dejado a Viena y sus habitantes en ruinas, en escombros sobre los que a veces brillaba una luz débil de esperanza. Haas y su Rolleiflex fotografiaron Viena en esos años y el resultado fue su primera exposición fotográfica, en la  sede de la Cruz Roja Americana.

La imagen muestra una fotografía en blanco y negro donde se ve un edificio de varias plantas en ruinas y, delante de él una montaña de escombros formada por piedras y algún hierro. Delante de todo ello, y en el centro de la fotografía, aparece una mujer muy mayor y encorvada, tanto que su espalda es una joroba. Va completamente vestida de negro: zapatos, abrigo, gorro. Y se apoya con dificultad en un bastón. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Viena (1946-1948)

Las fotografías de Haas llamaron la atención de los editores de la revista Heute que le contrataron para que realizara varios reportajes fotográficos sobre el retorno de los prisioneros de guerra austriacos en los que también trabajó con otra colega fotógrafa que se llamaba Inge Morath. Haas compuso el panorama de la desolación en una serie de fotografías que le hicieron famoso. En ellas, la alegría por el regreso a casa pasaba siempre de largo y el ojo del fotógrafo se detenía en el estupor, la soledad y la desesperanza de quien seguía aguardando. Existen pocas fotografías tan conmovedoras en su sencillez como la de la madre que busca desesperada alguien que haya podido haber visto a su hijo en un campo de prisioneros, mientras los retornados la ignoran en su alegría por encontrarse con sus seres queridos.

La imagen muestra un grupo de hombres apoyados en un muro, algunos vestidos de civiles, otros con capotes y gorras militares. Delante de todos ellos aparece una mujer de mediana edad, vestida con una gabardina y con sombrero. Con una mano aferra un bolso y con la otra muestra una fotografía de un joven vestido de soldado. Ese gesto se dirige a un hombre, uno de los presos retornados, que sonriendo, ignora su gesto de súplica y pasa por delante de ella. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – El retorno de los prisioneros de guerra. Viena (1947)

El reportaje sobre los retornados llamó la atención de la revista estadounidense LIFE que lo publicó y ofreció a Haas un contrato como reportero gráfico. Hubiera sido la oportunidad de salir de una Europa destrozada y comenzar una nueva vida dedicado profesionalmente a la fotografía, pero el destino le tenía reservado un premio mayor. Robert Capa, uno de los directores de la recién creada agencia Magnum Photos, y uno de los corresponsales de guerra más famosos del momento, había visto también el reportaje de Haas e inmediatamente le ofreció un puesto de fotógrafo en la agencia. Haas valoró la libertad que le daba trabajar para la agencia y no para una publicación. Y en lugar de a América se fue a París.

La imagen muestra una fotografía en blanco y negro del interior de una habitación. Está muy oscuro y al fondo se aprecia la luz que entra a través de una ventana que no se ve. En primer plano aparece, sentado a una mesa, el fotógrafo Robert Capa que está mirando hacia alguien que está fuera del encuadre y gesticulando con su mano izquierda como si estuviera explicando algo. Su figura está casi a oscuras pero la luz que procede del fondo le ilumina el perfil de modo que podemos apreciar sus rasgos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Robert Capa en la sede central de la agencia Magnum. París (1949)

Trabajando para Magnum (llegaría a ser uno de los directores de la agencia y finalmente, su presidente), Haas al final acabó por trasladarse a Estados Unidos en 1951. Ese fue otro punto de inflexión en su carrera ya que comenzó a experimentar con la fotografía en color -aunque sus experimentos con esa técnica se remontaban a 1949-, convirtiéndose en uno de los pioneros en el uso del color fotográfico. Utilizaba película Kodachrome, que posibilitaba la plasmación de los colores reales y muy saturados pero que, como contrapartida, necesitaba de un proceso de revelado bastante más complejo que el de otras películas. Y su vieja Rolleiflex, la cámara que había cambiado por el trozo de margarina, se quedó en el camino tras ser sustituida por la Leica 35mm que le acompañaría hasta el fin de sus días. Con estas herramientas la mirada del artista adolescente que nunca llegó a ser pintor convirtió en lienzos increíbles las fotografías que Haas hacía de lo que le rodeaba. De hecho, un reportaje en color de 24 páginas sobre Nueva York publicado por LIFE en 1953 le convirtió en el referente de la fotografía documental.

la imagen muestra una calle de la ciudad. En primer plano, cuatro binoculares de los utilizados para ver las vistas panorámicas y que están sujetos al suelo por un poste. tras ellos aparece una verja y una especie de parque y mas alla el perfil de los rascacielos de la ciudad. Pulse para ampliar

Ernst Haas – Binoculares. Nueva York (1952)

Estados Unidos fascinó al fotógrafo austriaco. En 1952 recorrió el país en autostop hasta Nuevo México dejando constancia del recorrido en una serie de fotografías magníficas. Además de dedicarse a la fotografía documental, Haas trabajó haciendo la fotografía fija de varias películas entre las que destacan Vidas Rebeldes, Rojo Atardecer, West Side Story, Hello, Dolly! Pequeño Gran Hombre. En esa foto fija Haas no sólo documentó los rodajes sino que realizó una serie de retratos perspicaces de actores y directores.

La imagen muestra al actor Yul Brynner en un plano medio -hasta la cintura- de perfil, mirando hacia la derecha e iluminado desde el fondo, lo que hace que su perfil se resalte. Está fumando un cigarrillo y expulsa el humo por la nariz con una mirada pensativa. lleva colgada del cuello por una correa una cámara de fotos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Yul Brynner en el rodaje de «Rojo atardecer» (Anatole Litvak, 1959)

La imagen muestra una fotografía hecha a través de la ventanilla de una camioneta. Se ve el primer plano de la actriz apoyada en el asiento, mirando hacia atrás y con la mirada perdida. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Marilyn Monroe en el rodaje de «Vidas Rebeldes» (John Houston, 1961)

La imagen muestra un primerísimo plano del director y actor de cine Woody Allen. Está abrigado con un impermeable oscuro y lleva una capucha, de modo que lo único que se parecía de su rostro son sus gafas y sus ojos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Woody Allen en el rodaje de «La última noche de Boris Grúshenko» (1975)

 

También experimentó con la fotografía de objetos moviéndose a gran velocidad: coches, deportistas o jinetes en rodeos (incluso toreros en los sanfermines españoles). Pero algunos de los trabajos más interesantes de Ernst Haas tienen que ver con su visión pictórica de la realidad. Sus planos detalle de elementos urbanos que acaban conformando composiciones abstractas muestran una vuelta más de tuerca de las posibilidades de la fotografía y del color. Y nos hacen descubrir un mundo donde antes sólo éramos capaces de adivinar una mancha o un golpe.

La imagen muestra una composición formada por círculos deformados concéntricos de varios colores, producto de haber hecho la fotografía de la abolladura desde muy cerca- Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Abolladura de coche (1977)

 

La imagen muestra una composición de colores muy vivos: negro, violeta, verde y rojo que son producto de haber fotografiado muy cerca un cartel medio arrancado de la pared. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Cartel rasgado IV. Nueva York (1960)

 

La obra de Ernst Haas (que puede verse en este Enlace a la fundación Ernst Haas. de donde proceden todas las imágenes de esta entrada) no es sólo la de un pionero de la fotografía en color o la de un pintor abstracto con un lienzo de celuloide. Es la obra de un observador que se apartaba del tumulto para ver la vida y las personas desde ese ángulo en el que todos estamos expuestos y nos mostramos tal cual somos. Para él la cámara no era importante: lo que definía al fotógrafo era su capacidad de ver, haciendo realidad los versos de Antonio Machado:

El ojo que ves no es

ojo porque lo veas;

es ojo porque te ve.

Retrato de Ernst Haas en Munich (años 40)

Ernst Haas en Munich (años 40)

El señor Harryhausen, supongo.

Érase una vez un niño que soñaba con dinosaurios, osos cavernarios, monstruos de las profundidades marinas y gorilas gigantes que reinaban en junglas lejanas. Érase que ese niño decidió que los sueños podían hacerse realidad. Y érase que durante ochenta años el niño soñador fabricó mundos de madera, arcilla, resina, cartón piedra y látex para que otros niños pudieran ver lo que él soñaba.

Raymond Frederick Harryhausen (1920-2013) disfrutaba con los cuentos, los espectáculos de marionetas, las novelas fantásticas y, como no, con el cine. Sus padres, Fred y Martha, siempre dejaron que su imaginación volara libre y se materializara en las pequeñas construcciones y maquetas que Ray hacía, en lugar de entretenerse con juguetes como cualquier otro niño de su edad. Con apenas cinco años quedó en estado de shock tras ver en el cine El mundo perdido (Harry Hoyt, 1925) y contemplar cómo los dinosaurios con los que soñaba se movían y parecían reales. Y cuando estrenaron en el cine King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933), Ray volvió a casa con la idea de fabricar un gran gorila que pudiese moverse como el que acababa de ver en la película.

Marioneta de King Kong hecha por Ray Harryhausen (1933) - La imagen muestra un muñeco hecho con tela de color oscuro y con relleno con forma de gorila. Tiene los brazos muy largos y articulados, al igual que las patas. Es bastante tosca pero se puede distinguir que el animal representado es un gorila o, por lo menos, un primate grande. Pulse para ampliar.

Marioneta de King Kong hecha por Ray Harryhausen (1933)

Todo cambió a partir de ese momento en que, con 13 años, Ray quedó fascinado por el realismo del gorila gigante de la jungla. Se puso manos a la obra e hizo marionetas, toscas y cuyo movimiento no le satisfacía, y escenarios en los que los muñecos vivían mil y una aventuras. Al rey Kong le siguieron las verdaderas pasiones de Ray: un tyrannosaurus rex,  un estegosaurio y un brontosaurio que recrearon en su habitación el mundo perdido que le había atraído desde que era muy pequeño. Cada vez añadía algún detalle más a sus maquetas y muñecos, intentando que ganaran en realismo. De hecho, uno de sus estegosauros ganó el primer premio de un concurso organizado por el Museo del Condado de Los Angeles, un premio que guardó orgulloso y que le hizo pensar que podría, algún día, dedicarse sólo a crear escenarios fantásticos, por muy descabellada que pareciese esa idea.

De todos modos, los dioramas y los muñecos eran para él demasiado estáticos. Quería recrear la magia del movimiento en el cine y no sabía cómo. Así que comenzó a investigar sobre cómo se habían hecho los efectos especiales en King Kong. Buscó artículos en periódicos y revistas, asistió a exposiciones sobre la técnica del cine y, poco a poco, el misterio de la magia de aquellas películas pareció aclararse a través de dos palabras: stop motion. Esta técnica (traducida como «animación fotograma a fotograma» o «paso de manivela») consistía en rodar escenas de animación fotografiando pacientemente las maquetas para simular movimiento. Un movimiento que se apreciaba una vez que se proyectaba la película. Era un proceso laborioso pero el resultado era tremendamente realista. Y Ray, ni corto ni perezoso, decidió rodar su propia película.

Vivir en la ciudad que era la capital mundial del cine favoreció los intereses de Ray, que recorría tiendas, museos y bibliotecas buscando material para su proyecto. Apenas era un adolescente pero ya tenía muy claro qué era lo que quería hacer. Durante estas pesquisas conoció a otros dos muchachos que serían amigos fieles toda su vida: Forrest Ackerman (1916-2008), que se convertiría en un importante coleccionista de objetos relacionados con el cine y editor de la revista Famous Monsters of Filmland; y, sobre todo, Ray Bradbury (1920-2012), que llegaría a ser uno de los más famosos escritores de ciencia-ficción del siglo XX, autor de novelas como Farenheit 451, La feria de las tinieblas, Crónicas Marcianas El hombre ilustrado.

Ray Harryhausen y Ray Bradbury a principios de los años 80 - La imagen muestra una fotografía en blanco y negro donde aparecen el cineasta y el escritor ya sexagenarios. Están sentados uno al lado del otro, sonrientes. Harryhausen es más delgado, calvo con algo de cabello oscuro en las sienes. Está sonriendo y pasanun brazo sobre el hombro de su amigo Bradbury, más robusto, con el pelo completamente cano, que lleva unas gafas gruesas de montura negra y que se ríe abiertamente. Pulse para ampliar.

Ray Harryhausen y Ray Bradbury a principios de los años 80

Los primeros intentos de Ray de rodar una película de animación se materializaron con una cámara prestada, figuras de madera y un gran plató cinematográfico que era el jardín de la casa de sus padres, aunque tuvo que trasladarse al garaje para evitar las sombras cambiantes con el movimiento del sol. Este cambio supuso tres cosas: comprar una verdadera cámara de cine, hacerse con focos para iluminar el interior del «estudio» y que el padre de Ray tuviera que aparcar el coche en el camino. Fue entonces cuando decidió llevar a cabo una obra realmente ambiciosa: una película que se llamaría La evolución del mundo y que narraría con animación la historia del planeta Tierra desde su formación hasta la aparición de los dinosaurios. Una idea que abandonó cuando vio el episodio de La consagración de la primavera de la película Fantasía (Walt Disney, 1940) que reproducía casi tal cual su idea, que ya no le pareció tan original.

A pesar de desechar la idea para su película, Ray no desistió de hacer cine. Decidió visitar al hombre que había hecho posible la magia de El mundo perdidoKing Kong en los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer. Willis O´Brien era el encargado de los efectos especiales del estudio y recibió amablemente al joven aprendiz de cineasta, que le enseñó orgulloso el estegosauro con el que había ganado el primer premio del concurso del Museo de Condado. O´Brien lo miró detenidamente y le aconsejó que fuera a clases de dibujo y anatomía para conseguir un mayor realismo. Harryhausen le hizo caso y se apuntó a clases nocturnas de dibujo y anatomía, que complementó con cursos en la Universidad del sur de California de dirección artística, montaje cinematográfico y fotografía.

La II Guerra Mundial interrumpió su formación como cineasta pero no su trabajo, ya que realizó varias películas de propaganda para la División de Servicios Especiales a las órdenes de su oficial superior, el director de cine Frank Capra. Tras su desmovilización, decidió realizar una serie de cortometrajes basados en cuentos infantiles y que agrupó bajo el título de Mother Goose (1946)

Este fue el punto de inflexión en la carrera de Ray Harryhausen. Comenzó a colaborar con Willis O´Brien en producciones de prestigio, como Mighty Joe Young  (Ernest B. Schoedshack, 1949) que ganó un Oscar a los Mejores efectos Especiales:

Harryhausen realizó otra serie de cortometrajes basados en cuentos infantiles (Rapunzel, Caperucita Roja, La Liebre y la Tortuga – este último, comenzado en 1952, abandonado y retomado y finalizado en 2002, lo que le convierte en un record de duración de producción-):

A partir de este momento trabajó como director artístico y de animación en producciones fantásticas de la década de los 50 y 60 que le dieron mucho prestigio como técnico cinematográfico. It Came Beneath the Sea (Robert Gordon, 1955) fue uno de esos trabajos reconocidos (aunque el pulpo gigante sólo tenía seis tentáculos por estrecheces presupuestarias). A este título le siguió Simbad y la princesa (Nathan Juran, 1958), en la que también intervino en el guión y en la producción y que tenía decorados del español Gil Parrondo. Rodada en color, esta película supuso un éxito rotundo de las técnicas de animación de Harryhausen:

A este título siguieron otros que hoy en día de consideran indispensables dentro del cine de aventuras y auténticas referencias en cuanto a los efectos especiales, muchas de ellas rodadas en Europa, ya que Harryhausen se trasladó a vivir a Londres en 1960. Fue allí donde conoció a su mujer, Diana Livingstone Bruce, bisnieta del famoso explorador de África, David Livingstone. Esas películas son clásicos del cine de aventuras como La isla misteriosa (Cy Endfield, 1960), basada en la novela de Jules Verne; o Jasón y los Argonautas (Don Chaffey, 1963), donde los efectos especiales eran cada vez más protagonistas y en la que Harryhausen hacía las veces también de productor.

Por no hablar de Hace un millón de años (Don Chaffey, 1966), que inmortalizó a  Raquel Welch en biquini prehistórico mientras asistía horrorizada a la imposible lucha del hombre contra los dinosaurios; o Simbad y el ojo del tigre (Sam Wanamaker, 1977); o Furia de Titanes (Desmond Davies, 1981), su última gran producción, que puso ante los ojos de los espectadores fascinados la mitología griega con todo lujo de detalles.

En la mayor parte de estas películas Ray ejercía de director artístico, guionista, responsable de efectos especiales, productor… Cuidaba cada detalle al máximo, las películas eran «suyas». Sólo la complejidad de la normativa del gremio de directores de Hollywood impidió que Ray figurase como director en esas obras. Ese hecho, junto con que fijara su residencia en Londres en 1960, le alejó de los circuitos de la capital del cine. Ninguna de sus películas fue nominada jamás en los premios de la Academia de las Artes y de las Ciencias del Cine de Hollywood en la categoría de Mejores Efectos Especiales, cuando su factura, su estética y su técnica influyeron en generaciones de técnicos de animación y crearon legiones de seguidores. No en vano directores como Steven Spielberg, Peter Jackson, James Cameron, George Lucas o John Landis han reconocido a Harryhausen como el principal inspirador de sus películas. Fue en el año 1992 cuando se le concedió, al fin, un Oscar honorífico por toda su carrera y su aportación al cine. En el momento de la presentación, el actor encargado de hacerlo, Tom Hanks, dijo: «Hay gente que habla de Casablanca, Ciudadano Kane… Yo digo que Jasón y los Argonautas es la mejor película jamás hecha». Hanks, al igual que Spielberg o Lucas o Jackson, estaba reconociendo al hombre que hizo que en su niñez mirara boquiabierto la pantalla donde un ejército de esqueletos vivientes luchaba a muerte con el héroe de la película.

A pesar de no realizar muchas más películas tras Furia de Titanes, Harryhausen se dedicó a ultimar algunos proyectos (como el ya mencionado de La Liebre y la Tortuga), a esculpir en bronce algunos de sus modelos más famosos (deteriorados porque el látex con el que estaban hechos era un material poco estable) y a dedicarse a la fundación que había establecido junto con su mujer Diana. Uno de sus últimos trabajos fue el diseño de una escultura en honor del bisabuelo de su mujer, el doctor David Livingstone, donde se refleja el espíritu del niño fascinado por la jungla en forma de escultura que nada tiene que envidiar a una escena de sus películas:

Ray Harryhausen - Escultura de David Livingstone en Blantyre, Lanarkshire (2004) - La imagen muestra una escultura en bronce de gran tamaño. En primer plano hay una roca y apoyado en ella un hombre vestido con ropas coloniales que se gira sorprendido en el momento de ser atacado por un gran león a sus espaldas. Pulse para ampliar.

Ray Harryhausen – Escultura de David Livingstone en Blantyre, Lanarkshire (2004)

Hasta la llegada de los efectos especiales por ordenador, Ray Harryhausen fue el referente en la recreación de mundos fantásticos. Tenía la capacidad que tiene muy pocas personas de materializar aquello que la mente imagina. Los monstruos mitológicos, los animales prehistóricos, las temibles criaturas gobernadas por la mente de los magos más malvados… Todo aquello que un niño puede imaginar al leer un relato de aventuras, Ray Harryhausen lo convertía en algo tangible. Podía, como solo pueden algunos privilegiados, hacer realidad los sueños. Por eso incluso hoy en día, en que los efectos digitales facilitan el representar virtualmente cualquier escenario, los muñecos de látex de Ray siguen ejerciendo una atracción hipnótica.

Quizá porque, como los relatos de Verne o Salgari, como los cuentos de hadas y las fábulas clásicas, las películas de Ray Harryhausen nos permiten seguir siendo niños y tener la seguridad de que los sueños se hacen realidad.

Ray Harryhausen en los años 90 con uno de sus modelos de esqueletos vivientes. - La imagen es una fotografía en la que aparece en primer plano el cineasta, ya mayor, con el pelo de las sienes encanecido, que mira a la cámara sonriendo ligeramente mientras en sus manos sostiene un modelo en resina de unos 25 centímetros de alto de un esqueleto que sostiene en una mano un escudo y en la otro una espada. Pulse para ampliar.

Ray Harryhausen en los años 90 con uno de sus modelos de esqueletos vivientes.

Y ahora ¡bebamos!

Nunc est bibendum, nunc pede libero

pulsanda tellus: nunc saliaribus

ornare pulvinar deorum

tempus erat dapibus, sodales.

Quinto Horacio Flacco – Oda XXXVII

¿Es consciente un artista de que ha realizado un diseño que puede seguir funcionando más de un siglo después de haberlo creado? ¿Puede prever el arraigo en el imaginario popular que tendrá ese diseño a lo largo y ancho de este mundo? ¿O simplemente se felicita de haber encontrado una buena idea y pasa al siguiente trabajo?

Marius Rossillon (1867-1946) fue un hombre al que se le podrían haber hecho todas esas preguntas. Dibujante de viñetas y caricaturas, cineasta, cartelista y pintor, de sus manos salió uno de los iconos publicitarios del siglo XX al que, casi 120 años después de su aparición, seguimos saludando con reconocimiento.

Rossillon era un muchacho espabilado, que disfrutaba asombrando a sus camaradas con su capacidad de dibujar y escribir con destreza con ambas manos. Rossillon ganó numerosos premios en matemáticas, contabilidad, lengua y latín en el Liceo Lalande de Bourg-en-Bresse, donde residían sus abuelos, con quienes fue a vivir tras fallecer su madre. Fue allí donde comenzó a realizar sus primeras acuarelas. Su habilidad y gusto para el dibujo le permitieron iniciar en 1885 sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Lyon, la ciudad donde había nacido y en la que aún vivía su padre. Allí en Lyon permaneció cuatro años, hasta que terminó su formación y decidió instalarse en París junto a su hermano Ulysse, escritor y redactor en diferentes publicaciones humorísticas.

En 1891 Marius Rossillon comenzó a colaborar con numerosas revistas y editoriales como caricaturista y dibujante. Como el uso de pseudónimo era un hábito común en el mundo periodístico (su propio hermano firmaba sus obras como Jean Rosnil) Marius decidió adoptar el sobrenombre de O´Galop, que es el que aparecería en todos sus trabajos. A través de su hermano, colaboró con publicaciones como La RireLa Vie DrôleLe Cri de ParisLe Charivari La Bicyclette realizando viñetas humorísticas e historietas animadas.

Marius Rossillon (O´Galop) - Metempsicosis (c. 1893) - La imagen muestra una página con una historieta contada en cuatro viñetas en la que aparece un hombre vestido con el uniforme colonial francés del Norte de África paseando por un desierto con un perrito detrás. El hombre va ensimismado en sus pensamientos y no se da cuenta de que detrás de ellos viene también una enorme serpiente. El reptil se zampa al perrito sin que el hombre se de cuenta. Cuando el hombre se da la vueltas ve la serpiente se queda sorprendido de la transformación que cree que ha sufrido su perrito. En la última viñeta, a la serpiente le han salido las patas del perrito y acerca su cabeza a la mano del hombre para que se la acaricie, como si fuera, efectivamente, un perro. pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop) – Metempsicosis (c. 1893)

En los años siguientes, O´Galop trabajó sin cesar en proyectos como la revista Le Chat Noir o haciendo ilustraciones para novelas como Paris Gomorrhe, de Victor Jozé (cuya obra también ilustraría Tolouse-Lautrec). Comenzó, también, a trabajar para Le National Illustré, para quien creó en 1904 el personaje de Fifí Céleri, que se haría famoso en toda Francia.

Marius Rossillon (O´Galop) - Ilustración para Le National Illustré (1893) - La imagen muestra el interior de un restaurante. Se ven dos mesas ocupadas por sendos hombres. Uno de ellos está cabizbajo, con aspecto preocupado, apoyando la cabeza en su mano. a su lado, un camarero está a punto de servirle su comida. En la otra mesa, el comensal se ha levantado de repente con gesto airado y el camarero que boa a servirle ha trastabillado con el susto y está a punto de caer hacia atrás. Pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop) – Ilustración para Le National Illustré (1893

Marius Rossillon (O´Galop) - Historieta para Le National Illustré (1895) - La imagen muestra una historieta contada en varias viñetas. En las cuatro primeras aparece un mago hipnotizando a una muchacha que está sentada en un sillón. Desde lo alto de un armario, un mono observa atentamente el proceso. En las viñetas siguientes vemos como el mono se apresura a ir hacia un piano que tiene sobre él un busto de escayola. El mono agarra el busto e imita los gestos del mago en un intento de hipnotizar a la estatua. Como no lo logra, forcejea con él y acaba por romperlo, lo que le vale el castigo del mago. Pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop) – Historieta para Le National Illustré (1895)

En 1895 O´Galop conoció a dos hermanos empresarios llenos de ideas y de entusiasmo con los que colaboró para la publicidad de sus productos expuestos en el Salón de La Bicicleta de París. Los hermanos se llamaban Edouard y André Michelin y los productos que fabricaban eran, sobre todo, neumáticos de caucho. Aquel material precioso para la industria automovilística (entre otras) tenía su cultivo exclusivo en Sudamérica y, más concretamente, en Brasil, porque era allá donde crecía la hevea o «el árbol que llora», tal y como le llamaban los indígenas. Pero el espionaje industrial es implacable y al final, unas semillas del preciado árbol acabaron en las colonias francesas de la Cochinchina. Y ese fue el fin del monopolio cauchero brasileño y el comienzo del despunte francés, en el que los hermanos Michelin tendrían un papel decisivo.

Fue en 1898 cuando Marius Rossillon dio a luz a una criatura corpulenta, apabullante, sonriente, amante de la buena vida (siempre aparecía con un puro habano humeante y una copa) y desafiante ante las inclemencias del tiempo o las de la orografía, formada por neumáticos de diferente tamaño apilados unos sobre otros. Una criatura que brindaba con una copa llena a rebosar de clavos y trozos de vidrio, porque nada podría con la resistencia de su caucho puro:

Marius Rossillon (O´Galop): Cartel publicitario para los neumáticos Michelin (1898) - La imagen muestra un cartel en el que aparece una figura blanca formada por un montón de neumáticos blancos situados unos encima de otros. Está detrás de una mesa en la que en lugar de platos hay herramientas y una botella de aire comprimido para inflar neumáticos. La criatura alza en su mano derecha una copa llena a rebosar de fragmentos de vidrio y clavos y en la izquierda lleva un puro habano encendido. A su lado aparecen dos criaturas con aspecto fofo y desinflado que llevan un cartel que pone "neumáticos". En la parte superior aparece la frase latina "Nunc set bibendum" y en la parte inferior, "A su salud: el neumático Michelin se bebe el obstáculo". Pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop): Cartel publicitario para los neumáticos Michelin (1898)

Aquel muñeco de apariencia extraña se convirtió inmediatamente en una de las imágenes más populares de Francia. Los hermanos Michelin se felicitaron del éxito de la campaña y no dudaron en asociar la imagen de su empresa con aquel ser gigantesco que se bebía los obstáculos. La frase que había elegido O´Galop para su cartel decidió el nombre de la criatura. Una frase que era el primer verso de una de las odas de Horacio, aquella que celebra la derrota en Accio de Marco Antonio y Cleopatra a manos de Octavio. No resulta extraño que el estudiante aventajado de latín recordara los famosos versos del poeta clásico: «Y ahora ¡bebamos! Ahora hollemos la tierra con pie desnudo. Ahora es el tiempo de adornar los lechos de los dioses con manjares de los Salios, camaradas». Así, Bibendum fue el nombre que se le dio al muñeco de caucho.

Marius Rossillon (O´Galop): Cartel publicitario para Michelin en Inglaterra (c.1900) - La imagen muestra a Bibendum, el muñeco formado por neumáticos, de pie sobre un fondo azul. Lleva en la mano derecha una lanza que está coronada en la parte superior por una copa llena de clavos y vidrios. Y su mano izquierda descansa sobre un escudo en el que aparecen unos anteojos, un neumático al que intenta pinchar inútilmente un clavo y una copia rebosante de clavos y cristales. En la parte superior hay una cartela que pone "Sir Bibendum" y en la inferior un texto (en inglés) que reza:"Mi fuerza es equivalente a la de diez porque mi caucho es puro". Pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop): Cartel publicitario para Michelin en Inglaterra (c.1900)

O´Galop fue el responsable, además de diseñar la primera de las guías turísticas que editó Michelin. Se instaló en Montmartre, el barrio artista de París y siguió pintando y realizando sus ilustraciones para las diversas publicaciones, entre ellas, las de su hermano Ulysse (como el cuento El capitan de los ballesteros, escrito por su hermano como Jean Rosnil). Buscando inspiración para sus acuarelas dejó París y se instaló en Dordogne, ademas de viajar por Normandía y Bretaña.

Portada de la 1ª edición de "El capitán de los ballesteros" de Jean Rosnil, con ilustraciones de O´Galop - La imagen muestra la cubierta de un libro. En la parte superior el título (en francés) en letras de tipo gótico, muy adornadas. Debajo aparece una figura vestida a la manera militar con gesto enfadado y que está dándole una patada al aire. Aparecen los nombres de O´Galop para las ilustraciones y Jean Rosnil para el texto. Pulse para ampliar.

Portada de la 1ª edición de «El capitán de los ballesteros» de Jean Rosnil, con ilustraciones de O´Galop

La carrera de O´Galop no se limitó al dibujo y a la pintura. Fascinado por el nuevo invento del cine realizó numerosas películas de animación (unas 40, entre 1910 y 1924), convirtiéndose en uno de los pioneros de ese género. Ya tenía experiencia pintando paneles de vidrio para la linterna mágica en su juventud, pero la nueva técnica le permitía una mayor creatividad. Como la mayor parte de las primeras obras cinematográficas, sus películas se basan en anécdotas como acrobacias circenses, trucos de magia o gags cómicos, aunque también realizó adaptaciones de las fábulas de La Fontaine o películas de tipo divulgativo:

Hasta 1939, O´Galop siguió trabajando sin descanso en sus ilustraciones, libros y pinturas. Pero la muerte de su segunda mujer le decidió a liquidar su estudio de París y trasladarse a Douai junto a uno de sus hijos. Un accidente de bicicleta resultó en la amputación de una pierna para evitar la gangrena. Pero aún así, siguió pintando acuarelas para ayudar a su familia hasta su muerte en 1946.

Marius Rossillon fue un trabajador incansable y un artista muy fructífero, pero poco conocido. Un poco a la manera de Mary Shelley con Frankenstein, su nombre fue devorado por el de su criatura. Una creación que sigue mirándonos desde vallas publicitarias y rótulos comerciales y que enseguida asociamos con la marca que publicita. Sería de justicia reivindicar su nombre. Alcemos nuestra copa, pues, para brindar por la imaginación del hombre que logró que un montón de caucho cobrara vida eterna.

Marius Rossillon (O´Galop) en 1910 - La imagen muestra un retrato fotográfico del artista. Es un primer plano y aparece de tres cuartos, sin mirar directamente a la cámara, vestido con traje y corbata y luciendo sombrero. Tiene los ojos claros y lleva bigote. Pulse para ampliar.

Marius Rossillon (O´Galop) en 1910

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