El Ojo En El Cielo

Blog de arte. Reflexiones sobre arte, diseño y comunicación.PREMIO SETDART AL MEJOR BLOG DE ARTE 2019

Etiqueta: impresionistas

Sacrificio

Cuando la señora Larsson escuchó de labios del maestro de su hijo las alabanzas que le dedicaba entusiasmado probablemente sintió una mezcla de orgullo y angustia. Orgullo, porque su Carl emergía como una flor hermosa de entre la basura física y moral que les rodeaba. Angustia, porque aquel buen hombre le estaba proponiendo que su hijo solicitara una plaza en la Principskolan, la escuela preparatoria para la Academia de Arte de Estocolmo. Carl podía acudir a la escuela para pobres gracias a la caridad, pero cualquier otra opción debía descartarse porque no podían permitírselo. Aunque quizá con un sacrificio, otro más, el chico tendría la oportunidad que se merecía.

Carl Larsson (1853-1919) había nacido en Gamla Stan, la ciudad vieja de Estocolmo, trece años antes de que su madre y su maestro hablaran sobre su futuro. El padre era un hombre violento y alcohólico y su madre era la que alimentaba a la familia con su escaso sueldo como lavandera. La existencia de Carl y de su hermano Johan consistía en sobrevivir al hambre y a los ataques de furia de su padre. Aunque compartiendo la habitación en la que vivían con otras dos familias más no resultaba fácil mantenerse a salvo de sus golpes.

La señora Larsson decidió hacer un esfuerzo más y enviar a Carl a la escuela preparatoria. Quizá albergaba la esperanza de que así su hijo se pareciera más a su abuelo materno (que había sido pintor) que a su esposo. Y Carl comenzó a estudiar en la Principskolan. No fueron años fáciles: por un lado estaban las penurias económicas y, por otro, el sentimiento de inferioridad que tenía con respecto a sus compañeros de estudios. Pero, poco a poco, fue haciéndose un nombre entre los profesores por ser uno de los mejores y más aplicados alumnos, ganando menciones y becas. Y aprendiendo. Siempre aprendiendo.

En cuanto terminó su formación en la Academia de Arte, Carl se dedicó a trabajar realizando ilustraciones para libros y revistas y caricaturas para diarios. Le hubiera gustado seguir estudiando pero necesitaba ganar dinero para vivir él y ayudar a su familia. Cuando logró tener la tranquilidad económica tenía 24 años. Y entonces sí pudo realizar su sueño: se trasladó a París en 1877 para intentar ser artista. No tuvo suerte. A pesar de sus esfuerzos, no pasaba de ser uno más entre tantos y tantos que buscaban su lugar en el mundo del arte.

Carl Larsson - "Estudio de paisaje en Barbizon" (1878) - La imagen muestra un paisaje oscuro, pintado en colores verdes y pardos. En primer plano hay varios matojos de plantas silvestres, en el medio de la composición, más alejados de la vista, los restos de una construcción en colores blancos sucios. al fondo se distingue el horizonte y un árbol. y sobre todo ellos, un cielo gris plomizo, cubierto de nubes. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Estudio de paisaje en Barbizon» (1878)

Larsson estaba a punto de tirar la toalla cuando decidió unirse a una colonia de artistas escandinavos que vivían en Grez-sur-Loing, en las afueras de París. Y esa fue una decisión que transformó su vida. No sólo porque cambió el óleo por la acuarela y aclaró notablemente su paleta de colores sino porque conoció a una joven pintora sueca, que había estudiado en la Academia de Estocolmo y en la de París, llamada Karin Bergöö.

Carl Larsson - "El estanque" (acuarela) - 1883 - La imagen muestra un paisaje en el que en un primer plano aparece el agua quieta de un estanque donde se refleja el puente que hay al fondo, el cielo (con tonos rojizos) y la orilla opuesta, con los árboles sin hojas. Al fondo se adivina a contraluz la silueta de un pueblo. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «El estanque» (acuarela) – 1883

Carl y Karin se casaron en 1883 y tuvieron ocho hijos (aunque uno de ellos murió a los pocos meses de nacer) que se convirtieron, junto con Karin, en los protagonistas de las obras de Larsson. La mayor de todos era Suzanne, nacida en 1884:

Carl Larsson - "Retrato de su hija Suzanne con 10 años" (1894). La imagen muestra a una niña vestida de negro, con gesto serio, posando, de pie, en la esquina de una habitación de la que sólo se distinguen un mueble detrás de ella. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Retrato de su hija Suzanne con 10 años» (1894).

Después vinieron Ulf y Pontus, nacidos en 1887 y 1888 respectivamente:

Carl Larsson - "Ulf y Pontus jugando" (1894) - La imagen muestra a dos niños en una habitación. están de pié, vestidos de igual manera (pantalones cortos y camisa azul marino). Llevan cascos militares y el que aparece delante, una espada de juguete en la mano. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Ulf y Pontus jugando» (1894)

A continuación nació Lisbeth en 1891:

Carl Larsson - "Lisbeth pescando" (1898) - La imagen muestra a una niña pequeña de espaldas al espectador, con un vestido azul y gorro rojo. Está apoyada en un pretil de un puente, aunque apenas lo sobrepasa y lanza su caña sobre él hacia el agua del río que hay debajo. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Lisbeth pescando» (1898)

Luego vino la pequeña Brita, en 1893:

Carl Larsson - "Brita como Iduna, la diosa de las manzanas" (1901) - La imagen muestra a una niña vestida de rojo con un gorro en forma de turbante también de color rojo. Lleva botas con ribetes de piel. En su mano izquierda sostiene un cesto lleno de manzanas y con la derecha ofrece tres velas encendidas de las que penden sendos hilos con manzanas. Mira al espectador risueña y sonriente. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Brita como Iduna, la diosa de las manzanas» (1901)

En 1896 nació Kersti:

Carl Larsson -  "Karin y Kersti" (1898) - La imagen muestra a Karin, la mujer del pintor, de pie en un dormitorio del que apenas se aprecia nada salvo una cama pequeña de color blanco. Va vestida de negro, lleva el pelo recogido en un moño alto y mira con seriedad al espectador mientras sujeta con delicadeza la mano de un bebé de dos años que apenas se tiene en pie. con la otra mano, le acaricia la barbilla. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Karin y Kersti» (1898)

Y, por último, nació Esbjörn en 1900:

Carl Larsson - "Esbjörn haciendo los deberes" (1912) - La imagen muestra una habitación con el suelo de tablas verdes y las paredes amarillas, Pegado a una ventana hay un pupitre rojo y ante él se sienta un muchacho de unos 12 años. Está reclinado hacia atrás, con la mirada ausente, haciendo caso omiso de las hojas de papel que hay sobre su pupitre. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Esbjörn haciendo los deberes» (1912)

Adolf Bergöö, el padre de Karin, les regaló en 1888 una casita, Lilla Hyttnäs, en la localidad de Sundborn, a 250 km al norte de Estocolmo. Y en ese pequeño pueblo (tan pequeño que incluso a principios de este siglo su población no llegaba a los 800 habitantes) Larsson descubrió un mundo de felicidad y de luz. Una luz que parecía prolongar las noches de sol de los veranos interminables en forma de una familia numerosa. Carl y Karen reformaron y decoraron Lilla Hyttnäs siguiendo un estilo moderno lleno de claridad. Karin, además de ser pintora, era diestra también con el telar y la aguja. Diseñó la mayor parte de los muebles de la casa, siguiendo unas líneas geométricas puras y basándose en un estilo rústico que no desentonara con el entorno. Pero también diseñó espléndidos motivos para los tejidos que iban a decorar su casa, ya fuesen cortinas, tapicerías o alfombras. Su estilo puede recordar al de Charles Rennie Mackintosh por su minimalismo y gusto por la geometría y, de hecho, al matrimonio Larsson se le incluye a veces entre los diseñadores de interiores del Modernismo sueco.

Carl Larsson - "Karin en el taller de costura" (c.1894) - la imagen muestra a Karin sentada tras una mesa de color verde sobre la que están extendidos una serie de paños de tela blanca. Ella está concentrada cosiendo. Detrás se aprecia parte de un telar.Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Karin en el taller de costura» (c.1894)

Los motivos diseñados por Karin combinan las estilizaciones vegetales, la influencia de los grabados japoneses y las líneas geométricas dando lugar a un estilo realmente moderno:

Cortina diseñada por Karin Larsson (c. 1900) en Lilla Hyttnäs - la imagen muestra una cortina una puerta. Está tejida en un telar (se aprecia parte de la trama) y en la parte superior aparece decorada con una flor circular con hojas geométricas y el la inferior el motivo decorativo son gruesas bandas ondulandas de colores azul, amarillo y rojo. Pulse para ampliar.

Cortina diseñada por Karin Larsson (c. 1900) en Lilla Hyttnäs

Larsson ganó enseguida fama con las acuarelas que realizó de su casa y su familia. Las publicó en un album de imágenes que se llamó «Un hogar» y pronto se convirtieron en las imágenes más populares de Suecia y él en uno de sus artistas más queridos. El sentimiento de felicidad es palpable en todas y cada unas de sus obras. A veces en forma de mirada infantil expectante ante los manjares situados sobre la mesa del comedor:

Carl Larsson - "Alrededor de la lámpara" (1900) - la imagen muestra en primer plano una mesa cubierta con mantel y servilletas sobre la que se disponen varios platos llenos a rebosar de bizcochos, patatas, una pierna de cordero y un tarro de salsa de arándanos. En medio, un quinqué encendido alumbra la mayor parte de los manjares. detrás de él se ve el rostro de una niña pequeña que mira con ojos muy abiertos y seria la mesa. Detrás de la lámpara y casi en penumbra, se distingue un jarrón lleno de flores rojas y tras de él, otro niño. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Alrededor de la lámpara» (1900)

Otras veces, la felicidad de poseer aquello que tanto anhelaba en su propia infancia asoma en forma de espacio, luz y orden en las habitaciones decoradas por Karin:

Carl Larsson - "La habitación de papá" (c.1895) - la imagen muestra el interior de un dormitorio con una gran cama con dosel en el centro. El suelo es de tarima de madera en su color natural marrón claro. Las paredes son blancas y las ventanas, vigas y puertas están pintadas de color rojo. La cama y sus ropas son blancas. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «La habitación de papá» (c.1895)

A pesar de la popularidad que le daban sus acuarelas, Larsson creía que sus mejores obras eran aquellas más monumentales que realizaba para escuelas, museos y otros edificios públicos. Pero éstas eran menos populares que sus álbumes y estaban menos valoradas. Se esforzaba por perfeccionar sus cuadros y deseaba el reconocimiento como pintor y no como un mero ilustrador. Así que cuando el comité del Museo Nacional de Estocolmo rechazó su Midvinterblot (El Sacrificio de Invierno) se sintió herido en lo más profundo de su ser. Esta pintura estaba destinada a decorar uno de los muros de la escalera central del museo y contrastar con otra, también realizada por Larsson, que mostraba al rey Gustav Vasa marchando hacia Estocolmo. Ni el tema (el sacrificio al que se ofrece el rey sueco Domalde para que su pueblo no pase más hambre) ni el modo de representarlo gustaron al comité y a los críticos:

Carl Larsson - El sacrificio de invierno (Midvinterblot) Cuarto esbozo (1915) - La imagen muestra a una multitud ante un templo de madera blanca. De entre todas las figuras destaca, a la derecha, un hombre desnudo que levanta la barbilla orgullosos: es el rey Domalde que va a ser ofrecido en sacrificio a los dioses para que terminen las malas cosechas y el hambre de su pueblo. A su lado, de espaldas y con un manto rojo, el druida que va a ejecutarle parece concentrado y con la cabeza baja. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – El sacrificio de invierno (Midvinterblot) Cuarto esbozo (1915)

Tras presentar los esbozos al comité, las críticas hacia el proyecto de Larsson fueron implacables: le acusaron de incongruencias y errores históricos (llegaron a decir que el templo se parecía a un restaurante de verano en la costa). De ser anticuado y excesivamente académico, lo cual no conjugaba bien con el espíritu más vanguardista del Museo Nacional (de hecho se sugirió que la obra se destinase al Museo Arqueológico) y con los nuevos tiempos del arte y de la cultura sueca. Larsson probablemente no entendió cómo todos aquellos que juzgaban su obra confundían la forma con el fondo. Para él lo más importante, lo que representaba mejor al espíritu sueco, era el sacrificio de un rey que ofrecía su vida para que su pueblo no volviera a pasar hambre otro invierno más. No es difícil pensar que para Larsson ese era el tema principal y no la exactitud arqueológica de la arquitectura del templo o la vestimenta de los druidas.

Hasta el final de su vida trabajó en su Midvinterblot, haciendo modificaciones pero sin ceder jamás a aquellos que le criticaban despiadadamente. Se quejó amargamente en sus memorias de ese desprecio a la que él consideraba su mejor y más grande obra. Quejas que quedaban a un lado cuando siguió pintando, hasta el último momento, a su familia:

Carl Larsson - "Lisbeth con abedules" (1910) - La imagen muestra un primer plano de su hija Lisbeth, de perfil, con el pelo recogido con un lazo negro, apoyada sobre el tronco de un abedul. Alrededor se aprecian más troncos de estos árboles. La chica mira hacia la derecha con un cierto aire melancólico. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Lisbeth con abedules» (1910)

 Y junto a él, somos testigos de cómo los niños se hacen hombres. Como el pequeño Esbjörn, ya con 19 años, en esta acuarela que su padre hizo poco antes de morir:

Carl Larsson - "Esbjörn leyendo en el porche" (1919) - la imagen muestra el interior de un porche pintado de verde. En un extremo vemos a un chico sentado, con los pies en alto, concentrado en la lectura de un libro. Tiene la espalda apoyada en la pared de la casa y la cabeza en un cojin rojo. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – «Esbjörn leyendo en el porche» (1919)

Carl Larsson murió en 1919 con la espina clavada del rechazo de su «Sacrificio de Invierno», que fue comprada por un particular y en 1987 acabó en las manos de un coleccionista japonés. Hiroshi Ishizuka, que así se llamaba el comprador, acabó haciéndole justicia a Larsson y su obra: cedió Midvinterblot para una exposición retrospectiva sobre Larsson en el Museo Nacional de Estocolmo y los comisarios de la organización decidieron situar la pintura en el lugar al que la había destinado el artista. La visión de la obra movilizó a la sociedad sueca y un buen número de donantes privados decidieron contribuir a la recompra de la pintura. En 1997 Ishizuka vendió Midvinterblot al Estado sueco y éste lo situó en la escalera central del Museo Nacional:

"El sacrificio de invierno" en el muro de la escalinata central del Museo Nacional de Estocolmo. La imagen es una fotografía de la escalera central del museo donde está situado ahora la pintura que Carl Larsson había destinado para ese lugar. Pulse para ampliar.

«El sacrificio de invierno» en el muro de la escalinata central del Museo Nacional de Estocolmo.

Aquello que no entendieron los sesudos e intelectuales miembros del comité del Museo Nacional cuando Larsson les presentó su obra, lo entendieron los suecos sin otra explicación más que ver la obra colocada en el lugar para el que había sido creada. Ellos supieron reconocer el sacrificio de su rey  pero también el inmenso talento del hombre que rindió homenaje a todos los que dan su vida para que aquellos a quienes aman nunca pasen penurias.

Carl Larsson - "Autorretrato con Brita" (1899) - La imagen muestra un retrato de cuerpo entero del pintor, vestido con traje y corbata roja, que sostiene sobre sus hombros a la pequeña Brita, que ríe a carcajadas mientras su padre hace gestos de asombro. Pulse para ampliar.

Carl Larsson – Autorretrato con Brita (1899)

Nunc dimittis

«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo ir en paz»

Cántico de Simeón – (Lucas 2: 29-32)

La pintura holandesa del siglo XVII se caracterizaba por una representación sincera y absolutamente falta de pretensiones de la realidad circundante. En sus obras se reflejaban escenas cotidianas, retratos, temas religiosos o bodegones cuyo denominador comun era la exactitud. Y esto dio lugar a un arte cercano, que buscaba la perfección de los detalles, accesible a la vez que admirable pero también claramente limitado. A este modelo de pintura se oponía la tendencia más italianizante, heredera la de perfección de Rafael Sanzio y cuya realidad era más bien pictórica, en tanto en cuanto lo representado adquiría ciertos tintes de sublimidad que ciertamente lo alejaban de lo cotidiano y lo convertían en algo memorable. Estas dos corrientes pictoricas completamente opuestas, pero igualmente valoradas por la clientela burguesa de Holanda, confluyeron en un torbellino de aguas bravas nacido en la ciudad de Leyden un 15 de julio del año 1606: se llamaba Rembrandt van Rijn y después de él, el arte no pudo volver a ser igual.

«Genio» es, según la definición del diccionario de la Real Academia Española, la «capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables» y, asimismo, la «persona dotada de esta facultad». Rembrandt cambió el mundo de la pintura, aunque quizá nunca fue consciente de ello. Su visión del arte sólo es comparable a la que tuvieron los artistas de finales del siglo XIX que inauguraron la vanguardia artística; el sentimiento que transmiten sus obras sólo pudo ser captado de nuevo por los pintores románticos doscientos años después. Como dijo Francisco de Goya: «Mis maestros han sido Velázquez, Rembrandt y la Naturaleza». Los genios se reconocen entre sí.

Rembrandt nació en el seno de una familia bastante modesta, pero eso no impidió que sus padres le inscribieran con siete años en la Escuela Latina y que con quince ingresara en la Universidad de Leyden para estudiar Letras. Aunque pronto les quedó claro a los progenitores que los únicos estudios que interesaban a su vástago eran los de pintura. Y consintieron en que entrara como aprendiz en el taller de un afamado pintor local. Tuvo varios maestros, todos ellos seguidores de la corriente italianizante, que se rendían ante la indudable maestría de su discípulo, sobre todo con el dibujo. De hecho, en 1624 y con sólo 18 años abrió su propio taller y pronto admitió aprendices para que le ayudarán con sus encargos.

La imagen muestra un autorretrato pintado por Rembrandt . es un primer plano, con los hombros en tres cuartos y la cabeza girada hacia el frente, mirando al espectador. El fondo es oscuro, al igual que las ropas que lleva y la iluminación, que procede de la parte izquierda nos deja apreciar la mitad de su rostro mientras que la otra mitad estad casi en penumbra. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Autorretrato (1629)

No tardó en trasladarse a Amsterdam en busca de mayores desafíos creativos y mayores ingresos económicos. Su matrimonio con Saskia, la hija de su socio en la ciudad y marchante, en 1634, dio inicio a una época de bonanza económica tanto por la aportación económica al matrimonio de su esposa como por la abundancia de los encargos.

 - El dibujo, realizado con punta de plata, muestra un plano medio de una mujer joven tocada con una sombrero de paja de ala ancha, adornado con flores. Apoya el rostro en su mano izquierda y no mira directamente al espectador, sino que baja los ojos con timidez. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Saskia (1633). Bajo el dibujo: «Es el retrato de mi mujer a la edad de 21 años, realizado el tercer día después de nuestro noviazgo , el 28 de junio de 1633»

Rembrandt era un hombre cuyo universo estaba regido por la familia: en sus cuadros abundan los retratos de sus padres (a los que hace posar como modelos para las representaciones de escenas bíblicas), de su hermana y, a partir de su enlace con Saskia, de su mujer.

- La imagen muestra un cuadro en el que aparece una mujer anciana, de cuerpo entero, sentada e inclinada sobre un gran libro abierto por la mitad. Va vestida con ropas amplias y lleva la cabez cubierta con una especie de paño. El fondo del cuadro es muy oscuro y la luz, en tonos dorados, ilumina el libro abierto y la mano que la anciana tiene sobre él y, de algún modo, refleja la luz y posibilita que veamos los rasgos de la mujer. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – La madre del pintor como la profetisa Ana (1631)

Este es uno de los elementos que hace que Rembrandt sea diferente al resto de sus coetáneos. En su obra, lo representado es, en realidad, una extensión de su propio sentimiento, independientemente del tema que aborde. Si los pintores de la época describían la vida que sucedía a su alrededor, Rembrandt reflejaba un mundo que existía dentro de él mismo. Por ello no duda en trasladar el mundo de su familia al lienzo, huyendo de lo puramente pictorico e idealizado para transformar su propia vida en pintura como ningun artista lo había hecho antes. Su carácter extrovertido, jovial y temperamental eran sólo una parte del hombre real: la otra estaba formada por una sensibilidad exacerbada y por el convencimiento de que la felicidad humana es efímera y por ello su representación debe ser siempre contenida.

El cuadro muestra un plano general de un interior oscuro en el que destaca, en primer plano, una cuna de madera donde está un niño dormido. Detrás de él, una mujer se inclina sobre la cuna y levanta las telas que la cubren para comprobar que el niño está efectivamente dormido. la mujer estaba leyendo y sostiene en su mano izquierda el libro abierto. Al fondo, se aprecia la silueta de un hombre que trabaja con sus herramientas. y en la parte superior izquierda, también iluminados, un grupo de ángeles miran hacia abajo, contemplando la escena. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Sagrada Familia del Hermitage (1645)

Se convirtió en un artista muy respetado. En un maestro reconocido por sus cuadros pero también por sus grabados, técnica en la cual se convirtió en un virtuoso y que le reportó grandes ganancias.

La imagen muestra un grabado en el que sobre un fondo oscuro destacan tres figuras: el sacerdote Simeón, que sostiene en sus brazos a Jesús niño y otro sacerdote del templo de Jerusalén. Ambos están como iluminados por la luz que parece emanar del niño. Al fondo se observan dos figuras más difusas: María, tras Simeón y otro sacerdote entre simeón y su compañero. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – La presentación en el templo (1654)

El grabado era una forma popular de reproducir obras de arte reconocidas (muy pronto se hicieron grabados de las pinturas del propio Rembrandt) aunque también tenían temas propios: estampas cotidianas, religiosas o anecdóticas. A este último apartado pertenecen las imágenes de mendigos, por ejemplo. En la Europa de la Guerra de los Treinta Años, la miseria había hecho que la mendicidad fuera el único modo de subsistencia para muchas familias. Rembrandt se alejó del estereotipo burlesco con el que el tema se trataba por parte de la mayoría de los artistas para dotar de humanidad a aquellos que estaban obligados a pedir caridad para sobrevivir.

 - La imagen muestra un dibujo muy somero, hecho con tiza negra, en el que se ve a un hombre y una mujer vestidos con harapos. cada uno lleva colgado a su espalda, por medio de telas, a un niño. La mujer carga con un bebé y el hombre con un niño más crecido. El hombre se apoya sobre un bastón y lleva en su mano izquierda la correa de un perro que les precede en el camino. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Pareja de mendigos con niños y perro (1648)

A medida que pasaban los años, los acontecimientos de su vida acabaron cincelando el corazón y la pintura de Rembrandt. La muerte de sus padres, la de todos sus hijos salvo uno, la de su mujer… Todo esto le fue pasando factura en el ánimo. Su extroversión se fue sustituyendo por una reflexión más íntima, más espiritual. Se recuperó en cierto modo con su relación con la joven Hendrickje, que le dio una hija, pero su modo de vida ciertamente derrochador (era un coleccionista compulsivo y un gran comprador de arte) provocó que tuviera que poner en venta la mayor parte de sus enseres y la espléndida casa que se había comprado en Amsterdam.

 - la imagen muestra un dibujo hecho con pincel en el que se aprecia una mujersentada en el suelo con el brazo y la cabeza apoyado sobre un sillón, durmiendo profundamente. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Hendrickje durmiendo (1656)

A esto se debe añadir la pérdida paulatina del favor del público debido a la evolución de su técnica. La perfección del dibujo que había caracterizado su primera época se estaba transformando en una técnica abocetada que causaba rechazo: los compradores y el público en general criticaban las texturas exageradas (llegaba a aplicar el pigmento con espatula o incluso con los dedos), la incorrección de los contornos, la separación de los colores que sólo parecían componer algo reconocible si se veía a determinada distancia. Una técnica que, a finales del siglo XIX, recuperarían los pintores impresionistas franceses para inaugurar el arte de vanguardia.

 - El cuadro muestra un buey colgado de una viga por las patas traseras y abierto en canal. Está representado a base de pinceladas grandes y separadas entre sí, como si fuera un boceto y no una obra terminada. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Buey desollado (1655)

Esta evolución de la pintura de Rembrandt va en paralelo con la mayor espiritualidad de sus cuadros. De algún modo, los personajes que aparecen en ellos miran hacia dentro de si mismos y nos obligan a nosotros a invadir su intimidad. La oscuridad predominante se ve rota por un haz de luz intensa, líquida, como oro fundido, que transforma la realidad del cuadro en un mundo propio, como si se tratase de un planeta rectangular habitado por seres cuya introspección nos hace contemplarles en silencio para no perturbar su reflexión.

La muerte de Hendrickje y la de Titus, su hijo, a causa de la peste, hundieron a Rembrandt. En su último autorretrato, pintado el mismo año de su muerte, el pintor nos mira, pero no nos ve. Y podemos intuir toda la tristeza que se ha ido acumulando en su interior, aunque no podamos ni siquiera imaginarla.

El cuadro muestra un primer plano del pintos, con el rostro girado hacia el espectador. La mirada aparece perdida y triste. Sus rasgos, abotargados. Y la boca se curva ligeramente hacia abajo. El fondo está en penumbra y la figura aparece iluminada desde la parte superior izquierda, aunque apenas podemos distinguir bien el rostro. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Autorretrato (1669)

Ente los muchos temas religiosos que Rembrandt plasmó en sus obras hay uno que se repite con frecuencia, tanto en cuadros como en grabados o dibujos. Es la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, y más concretamente, el momento en el que el anciano y ciego sacerdote Simeon, llora de felicidad al sostener al niño en sus brazos porque se da cuenta de que es el Mesías y que el Señor le ha permitido vivir hasta ser testigo de ese momento. Entonces entona un cántico en el que dice a Dios que ya puede llevarle junto a Él.

El cuadro muestra al anciano Simeón sosteniendo en brazos a Jesús y entonando el cántico. Las figuras están muy oscuras, son apenas perceptibles y la luz no parece iluminar a ninguna de ellas. Pulse para ampliar.

Rembrandt van Rijn – Presentación en el templo (1669)

Cuando el 4 de octubre de 1669 falleció Rembrandt, en el caballete de su estudio se halló este cuadro inacabado en el que se podía ver a Simeon llorando y cantando con Jesús en brazos. Quizá el pintor, agotado por la tristeza, sólo tenía en mente las palabras del anciano sacerdote:

«Nunc dimittis seruum tuum, Domine».

Ahora, Señor, ya puedes llevarme.

A %d blogueros les gusta esto: