El Ojo En El Cielo

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Etiqueta: Life

Porque te ve

The camera doesn’t make a bit of difference. All of them can record what you are seeing. But, you have to SEE. (La cámara no marca la diferencia. Todas pueden captar lo que ves. Pero eres tú quien tiene que ver)

Ernst Haas (pintor y fotógrafo austríaco en un taller de fotografía en 1985)

Prescindir de un kilo de margarina en plena postguerra, cuando el racionamiento, la miseria y el hambre marcaban la vida de las personas puede parecer un gesto heroico o una locura. Un muchacho austríaco llamado Ernst Haas, que había interrumpido sus estudios artísticos al comienzo de la II Guerra Mundial, decidió cambiar en el mercado negro un día del año 1946 ese kilo de margarina por una cámara de fotos. Una Rolleiflex, más concretamente. Y ese trueque le cambió la vida.

Ernst Haas (1921-1986) había nacido en una familia acomodada de origen judío, donde su padre, un alto funcionario de la administración, era un gran aficionado a la fotografía y al arte en general. Su madre disfrutaba pintando y escribiendo. Y Ernst pronto despuntó como dibujante y pintor. Tanto que ingresó en una exclusiva escuela privada donde su dominio de la técnica hacía que los profesores le pidieran que formara parte de los jurados que valoraban los trabajos de sus propios compañeros de clase en los concursos de pintura del centro. esta fue una etapa de formación que se interrumpió bruscamente en 1938, tras la anexión de Austria a Alemania. Haas fue trasladado a un campo de trabajo alemán donde permaneció hasta 1940, cuando pudo regresar a Viena. Entonces ingresó en la facultad de Medicina y comenzó a estudiar allí hasta que le expulsaron al poco tiempo por ser judío.

Ernst Haas sobrevivió a la guerra después de enterrar sus sueños de ser pintor y médico. Pero, por muy profunda que fuera la fosa donde había depositado sus ansias artísticas, ésta volvió a abrirse aquel día en que renunció a la margarina por tener en sus manos una cámara de fotos. Caminando por las calles de la capital austriaca era testigo de la huella de la guerra no tanto en el decorado urbano como en las personas. Los años de guerra y nazismo habían dejado a Viena y sus habitantes en ruinas, en escombros sobre los que a veces brillaba una luz débil de esperanza. Haas y su Rolleiflex fotografiaron Viena en esos años y el resultado fue su primera exposición fotográfica, en la  sede de la Cruz Roja Americana.

La imagen muestra una fotografía en blanco y negro donde se ve un edificio de varias plantas en ruinas y, delante de él una montaña de escombros formada por piedras y algún hierro. Delante de todo ello, y en el centro de la fotografía, aparece una mujer muy mayor y encorvada, tanto que su espalda es una joroba. Va completamente vestida de negro: zapatos, abrigo, gorro. Y se apoya con dificultad en un bastón. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Viena (1946-1948)

Las fotografías de Haas llamaron la atención de los editores de la revista Heute que le contrataron para que realizara varios reportajes fotográficos sobre el retorno de los prisioneros de guerra austriacos en los que también trabajó con otra colega fotógrafa que se llamaba Inge Morath. Haas compuso el panorama de la desolación en una serie de fotografías que le hicieron famoso. En ellas, la alegría por el regreso a casa pasaba siempre de largo y el ojo del fotógrafo se detenía en el estupor, la soledad y la desesperanza de quien seguía aguardando. Existen pocas fotografías tan conmovedoras en su sencillez como la de la madre que busca desesperada alguien que haya podido haber visto a su hijo en un campo de prisioneros, mientras los retornados la ignoran en su alegría por encontrarse con sus seres queridos.

La imagen muestra un grupo de hombres apoyados en un muro, algunos vestidos de civiles, otros con capotes y gorras militares. Delante de todos ellos aparece una mujer de mediana edad, vestida con una gabardina y con sombrero. Con una mano aferra un bolso y con la otra muestra una fotografía de un joven vestido de soldado. Ese gesto se dirige a un hombre, uno de los presos retornados, que sonriendo, ignora su gesto de súplica y pasa por delante de ella. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – El retorno de los prisioneros de guerra. Viena (1947)

El reportaje sobre los retornados llamó la atención de la revista estadounidense LIFE que lo publicó y ofreció a Haas un contrato como reportero gráfico. Hubiera sido la oportunidad de salir de una Europa destrozada y comenzar una nueva vida dedicado profesionalmente a la fotografía, pero el destino le tenía reservado un premio mayor. Robert Capa, uno de los directores de la recién creada agencia Magnum Photos, y uno de los corresponsales de guerra más famosos del momento, había visto también el reportaje de Haas e inmediatamente le ofreció un puesto de fotógrafo en la agencia. Haas valoró la libertad que le daba trabajar para la agencia y no para una publicación. Y en lugar de a América se fue a París.

La imagen muestra una fotografía en blanco y negro del interior de una habitación. Está muy oscuro y al fondo se aprecia la luz que entra a través de una ventana que no se ve. En primer plano aparece, sentado a una mesa, el fotógrafo Robert Capa que está mirando hacia alguien que está fuera del encuadre y gesticulando con su mano izquierda como si estuviera explicando algo. Su figura está casi a oscuras pero la luz que procede del fondo le ilumina el perfil de modo que podemos apreciar sus rasgos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Robert Capa en la sede central de la agencia Magnum. París (1949)

Trabajando para Magnum (llegaría a ser uno de los directores de la agencia y finalmente, su presidente), Haas al final acabó por trasladarse a Estados Unidos en 1951. Ese fue otro punto de inflexión en su carrera ya que comenzó a experimentar con la fotografía en color -aunque sus experimentos con esa técnica se remontaban a 1949-, convirtiéndose en uno de los pioneros en el uso del color fotográfico. Utilizaba película Kodachrome, que posibilitaba la plasmación de los colores reales y muy saturados pero que, como contrapartida, necesitaba de un proceso de revelado bastante más complejo que el de otras películas. Y su vieja Rolleiflex, la cámara que había cambiado por el trozo de margarina, se quedó en el camino tras ser sustituida por la Leica 35mm que le acompañaría hasta el fin de sus días. Con estas herramientas la mirada del artista adolescente que nunca llegó a ser pintor convirtió en lienzos increíbles las fotografías que Haas hacía de lo que le rodeaba. De hecho, un reportaje en color de 24 páginas sobre Nueva York publicado por LIFE en 1953 le convirtió en el referente de la fotografía documental.

la imagen muestra una calle de la ciudad. En primer plano, cuatro binoculares de los utilizados para ver las vistas panorámicas y que están sujetos al suelo por un poste. tras ellos aparece una verja y una especie de parque y mas alla el perfil de los rascacielos de la ciudad. Pulse para ampliar

Ernst Haas – Binoculares. Nueva York (1952)

Estados Unidos fascinó al fotógrafo austriaco. En 1952 recorrió el país en autostop hasta Nuevo México dejando constancia del recorrido en una serie de fotografías magníficas. Además de dedicarse a la fotografía documental, Haas trabajó haciendo la fotografía fija de varias películas entre las que destacan Vidas Rebeldes, Rojo Atardecer, West Side Story, Hello, Dolly! Pequeño Gran Hombre. En esa foto fija Haas no sólo documentó los rodajes sino que realizó una serie de retratos perspicaces de actores y directores.

La imagen muestra al actor Yul Brynner en un plano medio -hasta la cintura- de perfil, mirando hacia la derecha e iluminado desde el fondo, lo que hace que su perfil se resalte. Está fumando un cigarrillo y expulsa el humo por la nariz con una mirada pensativa. lleva colgada del cuello por una correa una cámara de fotos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Yul Brynner en el rodaje de «Rojo atardecer» (Anatole Litvak, 1959)

La imagen muestra una fotografía hecha a través de la ventanilla de una camioneta. Se ve el primer plano de la actriz apoyada en el asiento, mirando hacia atrás y con la mirada perdida. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Marilyn Monroe en el rodaje de «Vidas Rebeldes» (John Houston, 1961)

La imagen muestra un primerísimo plano del director y actor de cine Woody Allen. Está abrigado con un impermeable oscuro y lleva una capucha, de modo que lo único que se parecía de su rostro son sus gafas y sus ojos. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Woody Allen en el rodaje de «La última noche de Boris Grúshenko» (1975)

 

También experimentó con la fotografía de objetos moviéndose a gran velocidad: coches, deportistas o jinetes en rodeos (incluso toreros en los sanfermines españoles). Pero algunos de los trabajos más interesantes de Ernst Haas tienen que ver con su visión pictórica de la realidad. Sus planos detalle de elementos urbanos que acaban conformando composiciones abstractas muestran una vuelta más de tuerca de las posibilidades de la fotografía y del color. Y nos hacen descubrir un mundo donde antes sólo éramos capaces de adivinar una mancha o un golpe.

La imagen muestra una composición formada por círculos deformados concéntricos de varios colores, producto de haber hecho la fotografía de la abolladura desde muy cerca- Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Abolladura de coche (1977)

 

La imagen muestra una composición de colores muy vivos: negro, violeta, verde y rojo que son producto de haber fotografiado muy cerca un cartel medio arrancado de la pared. Pulse para ampliar.

Ernst Haas – Cartel rasgado IV. Nueva York (1960)

 

La obra de Ernst Haas (que puede verse en este Enlace a la fundación Ernst Haas. de donde proceden todas las imágenes de esta entrada) no es sólo la de un pionero de la fotografía en color o la de un pintor abstracto con un lienzo de celuloide. Es la obra de un observador que se apartaba del tumulto para ver la vida y las personas desde ese ángulo en el que todos estamos expuestos y nos mostramos tal cual somos. Para él la cámara no era importante: lo que definía al fotógrafo era su capacidad de ver, haciendo realidad los versos de Antonio Machado:

El ojo que ves no es

ojo porque lo veas;

es ojo porque te ve.

Retrato de Ernst Haas en Munich (años 40)

Ernst Haas en Munich (años 40)

Ahora lo ves, ahora no lo ves

In olden days, a glimpse of stocking 
was looked on as something shocking. 
But now, God knows!
Anything goes.

Cole Porter – Anything goes (1934)

Springfield es una pequeña ciudad del estado de Ohio, no muy lejos de la capital Columbus. Para cualquier familia modesta de finales del siglo XIX, las nuevas industrias que se estaban estableciendo en el medio oeste norteamericano ofrecían un porvenir asegurado para su descendencia. Así que no es extraño que los Phillips, una familia muy humilde de Springfield, pensara que un puesto de oficinista en la American Radiator Company era el mejor de los futuros para su hijo Clarence Coles. Claro que Coles no parecía entusiasmado con la idea: a los 6 años había cogido un lápiz por primera vez y había descubierto el inmenso placer de dibujar. Él no quería ser chupatintas, sino más bien utilizar la pluma y el lápiz para crear sobre el papel cosas verdaderamente hermosas.

Ni que decir tiene que Coles Phillips (1880-1927) entró a trabajar en la American Radiator Company. Aunque no todo fue malo: su sueldo le permitió entrar en la universidad y se matriculó en Artes Liberales en el Kenyon College de Gambier (Ohio) en 1902. Allí comenzó su formación como artista. Una formación que no llegó a completar para sobresalto de sus padres que, a esas alturas, no ganaban para disgustos. La razón de su abandono fue que la mayoría de los miembros de la fraternidad universitaria a la que pertenecía habían orientado su carrera a la economía y pensaban establecerse en Nueva York al terminar sus estudios. Influido por ellos (y porque no veía demasiado claro su futuro como artista en Springfield), Coles hizo la maleta y se plantó en Nueva York en 1904 dispuesto a comerse la Gran Manzana. Eso sí, con una carta de recomendación de su antiguo jefe de la American Radiator Company para la sede de Nueva York. Tampoco había que tentar demasiado a la suerte si la manzana no dejaba darse un mordisco.

El empleo de Coles en la American Radiator no duró mucho tiempo. Su jefe le pilló dibujando caricaturas en horas de trabajo y el resultado fue un despido fulminante. Sin el respaldo del sueldo de oficinista la vida en Nueva York podía ponerse realmente difícil, pero un amigo acudió en su ayuda. Comentó el caso de Coles con el director de una publicación humorística, nacida como versión americana del Punch inglés, llamada Life. El director, J. A. Mitchell, accedió a darle un puesto como ilustrador para su publicación tras ver la destreza de Coles. Pero él rechazó el trabajo diciéndole que aún no era suficientemente bueno para colaborar con su revista. Dispuesto a mejorar, Coles se matriculó en las clases nocturnas de la Escuela de Arte Chase y al mismo tiempo empezó a trabajar en un estudio publicitario donde realizaban ilustraciones con un método similar a la cadena de montaje: un dibujante hacía las cabezas, luego le pasaba el dibujo a otro que se dedicaba a los trajes y así hasta que llegaba a Coles, que se encargaba de las piernas y pies. Este modo de hacer las cosas era, en realidad, la adaptación a los tiempos modernos del sistema gremial de taller, donde el maestro supervisaba y retocaba la obra final y los aprendices realizaban el grueso del encargo. Coles perfeccionó  su técnica trabajando de este modo. De hecho, los anunciantes preguntaban quién había dibujado aquellos exquisitos tobillos en sus anuncios. Esto animó a Coles a seguir formándose como ilustrador, pero también como empresario. Después de pasar por otra agencia de publicidad decidió abrir la suya propia: C.C. Phillips & Co. La inauguró en 1906 sólo dos años después de haber llegado a Nueva York. Como no podía realizar todos los encargos, Coles llamó a otros artistas para que le ayudaran con el trabajo. Uno de esos dibujantes, a los que contrató para que hiciera portadas de publicaciones e ilustraciones para anuncios, fue un antiguo compañero de la Escuela de Arte llamado Edward Hopper, que más tarde se convertiría en uno de lo pintores más importantes de Estados Unidos.

Con 26 años Coles Phillips tenía su propia agencia publicitaria en Nueva York y no daba abasto con los encargos. Era la viva imagen del éxito. Pero no estaba ni mucho menos satisfecho. Lo que provocaba esa insatisfacción no era la ambición o el dinero: era que las relaciones con los clientes, esenciales para el buen funcionamiento de la agencia, no le dejaban tiempo para dibujar y pintar. Así que, una vez más, tomó una decisión que muchos no entendieron: cerró su agencia, alquiló un estudio y decidió dedicarse a tiempo completo a ser ilustrador freelance para el gran número de publicaciones que inundaban los quioscos neoyorquinos de principios del siglo XX. La decisión fue difícil, sobre todo teniendo en cuenta que acababa de casarse. Pero ni las responsabilidades familiares lograron echarle para atrás. Ahora que consideraba que su formación era más completa, ofreció sus servicios a J. A. Mitchell, el director de Life. Mitchell le aceptó como ilustrador y comenzó encargándole dobles páginas centrales en blanco y negro que Coles solucionaba con maestría. Entonces, Mitchell decidió que Coles era la persona ideal para llevar a cabo el rediseño de su revista. El aumento del número de publicaciones periódicas que se ofrecían en los quioscos hacía necesario que cada una se diferenciara del resto y que llamara la atención del cliente. Mitchell pensaba que una portada a todo color sería un buen reclamo. Si en esa portada aparecía una bonita muchacha cuyos finos tobillos asomaban bajo una larga falda, los ojos no podrían apartarse de ella. Ya en el siglo XIX Jules Chèret había utilizado la atracción del eterno -y pícaro- femenino para seducir en sus carteles publicitarios, los primeros autenticamente modernos. Mitchell estaba convencido de que ese era el camino y le pidió a Coles que lo materializara, pero buscando algo novedoso que dejara estupefacto al espectador.

Así que Coles Phillips cogió el pincel, dibujó a una chica preciosa… y la hizo desaparecer.

La imagen muestra la portada de una revista cuyo fondo es blanco. Sobre ese fondo aparecen unas manchas de color que son la cabeza de la chica, sus brazos y, en la parte inferior, las cabezas y patas de varias gallinas, entre las que se ve los zapatos de la muchacha. El espacio entre la cabeza y los pies está cubierto de puntos negros dispuestos de tal forma que parecen los lunares de un vestido. Es un juego de percepción: el dibujante no hace líneas que delimiten los contornos de las figuras sino que dispone una serie de elementos, en este caso puntos, que vistos en conjunto parecen formar parte de la forma de un vestido. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada de «Life» (1908)

 

La idea que Coles había reflejado en su primera portada para Life, en la que aparecía una muchacha con un vestido blanco y lunares negros, le venía rondando por la cabeza desde hacía tiempo. Más concretamente desde que había visto a un amigo suyo interpretar una pieza con un violín en una habitación débilmente iluminada. Su amigo, vestido con esmoquin, apenas era visible en la penumbra: sólo se apreciaban los reflejos en el violín, la pechera blanca de su camisa y los brillos de sus zapatos. Y, sin embargo, a pesar de que la figura no era totalmente visible, el cerebro la percibía como un todo y completaba los vacíos visuales echando mano del recuerdo de imágenes conocidas. Es lo que en percepción se llama el principio de completación de la figura o de la buena forma. Un efecto que ya habían utilizado (con poco o nulo éxito, probablemente debido a su enorme modernidad visual) los Beggarstaff Brothers en la Inglaterra de finales del siglo XIX. Coles comenzó a aplicar este modo de representar las imágenes en ilustraciones en blanco y negro hasta que llegó la portada para Life. Pero en lugar del minimalismo de los Beggarstaff Brothers, sus imágenes conjugan la sencillez formal del conjunto con la exquisitez de unos cuantos elementos repartidos estratégicamente por el encuadre. Fue un auténtico éxito: el juego visual provocado por la ausencia de líneas que delimitaran la figura proponía un entretenido rompecabezas al espectador que construía en su mente la figura completa al tiempo que se deleitaba en los pequeños y delicados detalles que inundaban la ilustración.

La imagen muestra una ilustración en la que el fondo es color violeta. Sobre ese fondo se recorta la figura blanca de un escritorio. Ante ese escritorio se sienta una mujer joven, de espaldas a nosotros, pero que tiene la cabeza girada hacia el espectador. Apoya los codos sobre el escritorio y tiene una pluma en la mano izquierda que apoya pensativamente en el mentón. Su vestido es de color violeta también, pero un tono más oscuro que el del fondo salvo para las mangas, los bajos de la falda y la espalda, lo que hace que su figura en esas partes, se funda con el fondo. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para Life (1910)

 

El éxito de las ilustraciones de Coles hizo que muy pronto surgieran imitadores de esos efectos visuales llenos de encanto. Pero todos quedaban muy lejos de la maestría de su inventor. Los anunciantes pedían a la «dama evanescente» (fade-away lady) para las ilustraciones de su publicidad. Coles Phillips se convirtió en el ilustrador publicitario más solicitado: firmó contratos para multitud de empresas, entre las que destacaron Willys Overland (automóviles), Oneida (cuberterías y menajes) y Luxite y Holeproof (ambos fabricantes de medias). En esas ilustraciones comerciales, Coles utilizó en varias ocasiones el efecto evanescente que le había dado fama.

La imagen muestra un anuncio publicitario en blanco y negro que puede dividirse en tres partes. En la parte superior aparece una ilustración en la que se ve un hombre sentado en una butaca tapizada con tela a rayas, y las piernas apoyadas en un reposapiés ante él. A su lado, sentada sobre el brazo de la butaca, aparece una mujer. Ambos miran con interés una revista. El fondo de la imagen es blanco y las figuras de ambos son blancas también, destacando la cabeza, las manos y los pies. De modo que parece que surgen del fondo. La parte media del anuncio es un texto que reproduce un diálogo entre la pareja dibujada cantando las excelencias de la cubertería de alpaca que se anuncia. En la parte inferior se ve una ilustración de un tenedor de la cubertería donde se aprecian los detalles decorativos de la misma. Pulse para ampliar.

Cole Phillips – Publicidad para Cuberterías Oneida (1911)

 

La imagen muestra un anuncio publicitario dividido en dos parte. La superior está ocupada por una ilustración realizada en negro y un suave color malva. Muestra a una pareja sentada a ambos lados de un espejo de pie visto de perfil. La mujer está a la izquierda, vestida de blanco aunque el vestido no se ve, ya que es del mismo color que el fondo. Lo que sí se aprecian son los detalles que conforman el vestido y que están dibujados en negro o en malva: un lazo en el cuello, una tira de encaje que baja por el frente del vestido, adornos de encaje en las mangas. La cara, los brazos y las piernas están perfectamente dibujados. En el lado derecho estña el hombre, sentado también, con una pierna cruzada sobre la otra y completamente vestido de blanco. Los detalles que le hacen destacar sobre el fondo son la cabeza, las manos (en la derecha sostiene una pipa) y la parte inferior de las piernas donde se pueden ver las medias y los calcetines que lleva. La parte inferior del anuncio es un texto contando las virtudes de las media Onyx. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Anuncio para medias Onyx (1912)

 

La imagen muestra un anuncio publicitario en color. Ocupando casi toda la página está la ilustración de una mujer, sentada ante un tocador. El fondo de la imagen es rosa pálido, el tocador blanco y la mujer lleva un vestido del mismo tono que la pared. Por eso, en los lugares en donde la pared y el vestido se superponen, parece que el cuerpo de la mujer ha desaparecido. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Publicidad para forros protectores de vestidos Naiad (1912). Estos forros se situaban por lo general en la zona de las axilas y eran desmontables para lavarlos.

 

El trabajo de Coles Phillips era valorado por varias razones. En primer lugar por su destreza técnica  con el lápiz y la acuarela y por su domino del color, que daba a las imágenes una gran fuerza visual. Después por la belleza de sus ilustraciones, o mejor dicho, de las mujeres que aparecían en ellas. Phillips fue el causante de que muchas de las portadas que él diseñaba para las revistas se arrancaran y pegaran en las paredes de los cuartos de adolescentes. Habían nacido las pin-up girls, las chicas de póster, las que miraban dulcemente al espectador desde la perfección de sus rasgos. Y por último, Coles Phillips era valorado también por su profesionalidad. Cualquier encargo que recibiera lo realizaba con cuidado: no importaba que fuera una portada o un simple anuncio. De hecho, insistía en que su nombre apareciera junto a todas las ilustraciones que hacía.

Pronto llegaron contratos con otras publicaciones como Good Housekeeping, Ladies´ Home Journal, Woman´s Home Companion The Saturday Evening Post. Muchas de ellas eran publicaciones orientadas al público femenino, ahora ya muy importante y a tener en cuenta para las ventas, que quería ver en esas revistas imágenes de mujeres modernas, trabajadoras, emancipadas y activas.

La imagen muestra una ilustración en la que aparece en la parte de arriba el nombre de la publicación. Inmediatamente debajo, un gran círculo de color rosado superpuesto a ese fondo blanco y sobre el círculo un baúl blanco abierto. Delante del baúl, una mujer joven tumbada en el suelo, sacando ropa (que parece de un niño por el tamaño) del baúl. El vestido de la mujer es del mismo color que el círculo rosa, de manera que figura y fornido tienden a confundirse. Las partes más definidas de la ilustración son, como siempre, el rostros, los detalles del vestido (cuello, puños, cintura y bajos), brazos y pies. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para la revista Good Housekeeping (1912)

 

La imagen muestra una ilustración cuyo fondo es negro. Sobre él se destaca una estantería con varias baldas  llenas de rollos de cintas de raso para vestidos. Delante de esa estantería vemos la figura de una mujer, vestida de negro, que está recogiendo rollos de cinta de encima de un mostrador. En la parte delantera del mostrador vemos colgada una guirnalda adornada con lazos rojos así que podemos deducir que la mujer es la empleada de una mercería que acaba de terminar una venta navideña. El gesto de la mujer, que apoya la mejilla sobre una torre formada por varios rollos de cinta puestos unos sobre otros, está a medio camino entre la entonación y el agotamiento. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para Good Housekeeping (1916)

 

Una de las colaboraciones más importantes que hizo Coles Phillips fue con The Saturday Evening Post, el semanario que Benjamin Franklin había fundado a finales del siglo XVIII y que era una de las publicaciones más importantes de Estados Unidos. Las portadas de Coles hicieron furor e influyeron notablemente en el estilo de uno de los grandes ilustradores norteamericanos del siglo XX: Norman Rockwell. Rockwell comenzó a realizar ilustraciones para el Post en 1918, cuando Coles Phillips era el maestro indiscutible y el estilo de sus primeras portadas es deudor inequívoco de la técnica de Coles.

La imagen muestra una portada de revista en la que en la parte superior aparece el nombre de la publicación y todo el resto está ocupado por la ilustración. En ella se ve a una mujer joven sentada en un banco y apoyando su brazo en un palo de golf. Tras ella puede verse un panel con las puntuaciones de cada hoyo. La mujer está vestida con un jersey de punto a rayas blancas y rojas, una falda blanca que le llega a la media pierna , medias rojas y zapatos blancos. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para The Saturday Evening Post (1922)

Además de la publicidad y de las portadas de revistas, Coles Phillips también ilustró libros. Por lo general eran best-sellers o novelas románticas que tenían gran aceptación entre el público. Aceptación que se incrementaba con la aportación visual de Coles.

La imagen muestra la portada de un libro. El título (The Shadow) aparece en la parte superior. El resto del espacio está ocupado por la imagen de un hombre inclinado sobre una maleta abierta.  Está girado parcialmente hacia atrás. Y es que detrás de él vemos la sombra de otro hombre tocado con un sombrero que alza una mano amenazante sobre él. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para «La Sombra» de Arthur Stringe (1913)

La obra de Phillips siguió teniendo vigencia tras la I Guerra Mundial. En parte porque la imagen femenina que había creado antes era ya la de una mujer moderna que no desentonaba con el rol independiente que comenzaba a tener la sociedad femenina tras la contienda. Las mujeres de sus portadas, hermosas, decididas, casi obstinadas en su quehacer, continuaron siendo las bellezas arrancadas para adornar paredes y crear sueños.

En la imagen puede verse una ilustración de una mujer de perfil sentada de rodillas en un banco bajo. Va vestida con un quimono negro con flores rosas bordadas. Mira hacia la izquierda y en su mano izquierda sostiene una tijeras cuyas puntas miran hacia abajo. En la derecha (que no vemos) sostiene un metro de madera rígida, como los que utilizaban los sastres. Las tijeras y el metro forman una línea diagonal perfecta y a primer golpe de vista parece que la mujer sostiene un bastón o una katana japonesa. El gesto de concentración, mirando hacia abajo muy seria, la hacen parecer una costurera samurai. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Portada para Life (1924).

Aún así, Coles Phillips supo subirse al carro de la modernidad y en 1924 volvió a dejar al público patidifuso con la belleza que dibujó para la publicidad del bronceador Unguentine: la señorita bronceada atrajo todas las miradas con su actitud desinhibida y sus largas y hermosas piernas, perfectamente dibujadas por Coles. No en vano había sido el dibujante de los tobillos más finos y elegantes. Ahora, que ya habían quedado atrás los tiempos en que ver un empeine levantaba pasiones, tocaba causar palpitaciones con unas buenas pantorrillas.

La imagen muestra una ilustración de una joven vestida con un bañador con cuerpo de tirantes y pantalón corto. Se sostiene sobre una pierna mientras eleva la otra para tocar, mientras en su cara se advierte un gesto de preocupación, la piel de su muslo. Al fondo puede adivinarse una playa y el mar. y a su alrededor vuelan gaviotas. Pulse para ampliar.

Coles Phillips – Ilustración para la publicidad del bronceador Unguentine (1924)

Coles Phillips es el padre de la ilustración norteamericana del siglo XX. Hizo evolucionar el concepto eduardiano y conservador de las imágenes del siglo XIX hacia la modernidad y abrió las posibilidades del diseño basado en el impacto visual para las publicaciones. Un impacto que tan bien aprovecharían directores de arte europeos llegados a Estados Unidos a principios de la década de los años 20 como fue el caso de Erté. Phillips fue el referente de Norman Rockwell y de otros muchos ilustradores en Estados Unidos y Europa (Ludwig Hohlwein es un buen ejemplo de esa influencia). Y además convirtió su obra en un elogio de la belleza femenina.

Alguien podría decir que sus «damas evanescentes» no fueron más que un recurso facilón para llamar la atención del espectador cuando pasara por delante de un quiosco. Nada más injusto: su dominio de la técnica artística, el análisis de las medidas de la ilustración para que el efecto óptico encajara en la portada y el conocimiento de la psicología de la percepción hablan por sí solos de un trabajo extremadamente cuidado y meditado.

Y es que lo que Coles Phillips hizo no fue un truco.

Fue magia.

La imagen muestra un cuadro (la reproducción de la fotografía es en blanco y negro) en la que se ve un hombre retratado en plano medio, girado tres cuartos con respecto al espectador. Va vestido con una americana, camisa y corbata. Tiene el pelo claro y lo lleva peinado hacia atrás. Sus ojos son también claros y tienen una mirada un tanto cansada. Lleva un fino bigote oscuro. Pulse para ampliar.

Norman Rockwell – Retrato postumo de Coles Phillips (1928)

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