La curva del horizonte

Hay un refrán, sabio como todos los refranes, que dice que no se le pueden poner puertas al campo.

Pues es mentira: hubo un hombre que, a la orilla de uno de los ríos más largos del mundo, construyó la puerta para un país entero.

Sólo alguien muy seguro de sí mismo puede acometer esa empresa con la decisión, seguridad y perfección con la que lo hizo Eero Saarinen (1910-1961). Hijo de Eliel Saarinen, un reputado arquitecto finlandés, impulsor junto con Alvar Aalto de la renovación organicista en la arquitectura del siglo XX, Eero se trasladó con su familia a Estados Unidos en 1923 cuando su padre fue llamado para realizar varios proyectos en ese país. La familia se estableció en Chicago, donde Eliel se dedicó también a impartir clases en la Cranbrook Academy, una escuela de arte y diseño que integraba las enseñanzas académicas y las técnicas artesanales a la manera de la Bauhaus alemana. Mientras su padre se convertía en uno de los arquitectos vanguardistas más admirados del país y en uno de los atractivos académicos por excelencia de la Cranbrook Academy, Eero trababa amistad con personas que serían decisivas en su futuro. Más concretamente con dos estudiantes: Charles Eames, con el que colaboraría después en espectaculares propuestas arquitectónicas y de diseño; y Florence Basset, que se había formado también con Walter Gropius y que, tras su matrimonio con el fabricante de muebles Hans Knoll, fue la responsable de la introducción del diseño de vanguardia en el catálogo de la empresa de su marido, popularizando en los hogares norteamericanos una estética revolucionariamente moderna.

Eero decidió ser arquitecto aunque con la sombra de su padre amenazando con tapar cualquier brillo que pudiera generar. Así que no le quedó otro remedio que convertirse en el mejor. Para ello marchó a Francia a estudiar arte y, sobre todo, escultura. Y a su vuelta a Estados Unidos ingresó en la Universidad de Yale para completar su formación como arquitecto.

Comenzó a realizar diseños de mobiliario de claro corte organicista en colaboración con Charles Eames: las formas que utilizó eran curvas, ergonómicas, acogedoras, intentando que el mueble se adaptara al cuerpo humano y no al contrario. Y a ello añadió un colorido vibrante que llenaba de luz las estancias. A partir de 1947, realizaría un buen número de diseños para la empresa de su amiga Florence Knoll, como la silla Womb (útero), cuyo nombre indicaba claramente el objetivo de confort que se pretendía lograr:

Eero Saarinen - Sillón Womb (Modelo nº 70) para Knoll & Asociados (1947-1948)

El año 1947 fue también el año en que Eero se despojó definitivamente de la sombra arquitectónica de su padre. Y lo hizo compitiendo con él. El gobierno estadounidense había convocado un concurso para la construcción de un monumento que conmemorara la adquisición del estado de Louisiana a los españoles por parte de Thomas Jefferson. A ese concurso se presentó Eliel Saarinen, pero también lo hicieron Charles Eames, Louis Kahn o Walter Gropius, entre otros. Y también lo hizo Eero.

Algunas semanas después llegó un telegrama a la casa familiar comunicando que E. Saarinen había ganado el concurso (dotado con 40.000 $ de premio, nada menos). Eliel descorchó una botella de champagne para celebrar su triunfo. Hasta que un par de horas después, llegó un mensajero del comité del premio, un tanto apurado, para explicar que el ganador era Eero y no Eliel. Tras la sorpresa, Eliel descorchó una segunda botella: su hijo había ganado el concurso arquitectónico más prestigioso del país.

La idea de Eero para el monumento fue ciertamente original: un arco de proporciones gigantescas que se elevaba sobre un parque, a orillas del río Missouri y que resultaba visible desde muy lejos, simbolizando a la manera de los arcos conmemorativos de la Antigúedad, el triunfo de la nación norteamericana en crear un nuevo país:

Eero Saarinen - Gateway Arch o Puerta del Oeste en el Jefferson National Expansion Memorial (1947-1968)

Todo el simbolismo de la ciudad de San Luis (capital de la Luisiana, territorio comprado a España por Thomas Jefferson en nombre de los Estados Unidos; escenario de la batalla de San Luis, única al oeste del Mississippi de la Guerra de Independencia contra Inglaterra; situada a orillas de río Missouri, el afluente más largo del Mississippi que forma junto con él la arteria fluvial que atraviesa todo el país; y punto de partida de la exploración y conquista hacia los estados del oeste) se reunió en aquel arco de un modo tan claro y simple que no hacía falta explicar el por qué de su forma ni de su situación.

Se le denominó Gateway Arch. La puerta del oeste. Y fue el comienzo de una serie de obras arquitectónicas excepcionales ideadas por Eero en las que conjugaba la inspiración en formas clásicas reinterpretándolas bajo el código de la arquitectura y la ingeniería modernas.

Saarinen no sólo aplicó las nuevas tecnologías a la arquitectura, sino que también lo hizo con el diseño de mobiliario. Concebía el mueble de un modo arquitectónico y algo tan (aparentemente) simple como una silla compartía con sus edificios el concepto integrador de los elementos estructurales en una forma única:

Eero Saarinen - Silla Tulip (para Knoll & Asociados) - 1956

Su silla Tulip se convirtió en el paradigma de los muebles de diseño: cumplia con los criterios que Saarinen creía que debían ser obligatorios para que el producto funcionara debidamente: debía ser cómoda para personas de todas las alturas y complexiones; debía fabricarse con materiales contemporáneos; debía ser adaptable a diferentes entornos; y debía solucionar el caos visual que producían las múltiples patas de una silla convencional. Tulip se adaptaba a todas esas premisas en 1956 y lo sigue haciendo hoy en día.

Saarinen continuó asombrando al público norteamericano con la osadía estética de sus proyectos, como el de la terminal para la Trans World Airlines (TWA) en el Aeropuerto Internacional JFK de Nueva York. Concibió el edificio con un exterior que evocara un gran pájaro con las alas extendidas en el momento de posarse en tierra y su interior con formas curvilíneas y orgánicas que acogieran a visitantes, pasajeros y trabajadores:

Eero Saarinen - Edificio de la terminal de Trans World Airlines (TWA) en el Aeropuerto Internacional John Fitzgerald Kennedy (Nueva York) 1956-1962

Eero Saarinen - Interior de la terminal de TWA en el Aeropuerto Internacional John Fitzgerald Kennedy (Nueva York)

Saarinen no se conformó con difundir la vanguardia a través de sus proyectos, sino que apoyó – a veces contra viento y marea- trabajos de otros arquitectos que con el tiempo probaron ser aportaciones decisivas a la historia de la aqruitectura. En 1957 Saarinen era miembro del jurado que debía elegir el proyecto para el nuevo teatro de la Ópera en Sidney. Cuando el resto de los miembros de la comisión habían desechado la propuesta de un arquitecto danes llamado Jorn Utzon (en gran medida porque se limitaba a una serie de bocetos sin apenas desarrollo), el empecinamiento de Saarinen hizo que finalmente el trabajo de Utzon fuera el ganador:

Jorn Utzon - Palacio de la Ópera de Sydney (terminada en 1973)

La vida de Eero Saarinen terminó de manera brusca e inesperada. Con 51 años y con múltiples proyectos sobre la mesa de su estudio, un tumor cerebral acabó con él de modo fulminante. No pudo ver terminadas muchas de sus obras más significativas, continuadas por su estudio. Saarinen fue un innovador en muchos aspectos: concebía el edificio en parte como arquitectura, en parte como ingeniería y en parte como escultura. Fue el primer arquitecto en usar el acero Cor-Ten, que hasta entonces se utilizaba para elementos estructurales, en las partes vistas de un edificio: lo hizo para las oficinas centrales de John Deere en Moline (Illinois) y lo explicó como una metáfora visual de la dureza de la maquinaria agrícola que fabricaba la empresa.  Y fue también él, un finlandés emigrado, quien supo dar forma al espíritu de un país, esculpiendo el horizonte como una curva a orillas del mismo rio por el que Mark Twain hizo que un muchacho maltratado y un esclavo negro fugitivo navegaran en busca de la libertad.

Eero Sarinen en su sillón Womb