A los pies de la montaña

 

Enero se alumbra con nieve silvestre.

¡Cuánto ardor! Y canta.

La nieve hasta el canto -la nieve, la nieve-

en vuelo arrebata.

Jorge Guillén – «La nieve» (1893-1984)

 

La montaña, y sobre todo su cima, es el símbolo del poder del hombre. Llegar a su cumbre es alcanzar la morada de los dioses, poner al límite la resistencia humana y coronar con una victoria el esfuerzo y la lucha contra una Naturaleza siempre abrumadora. Vencer a la montaña nos hace más poderosos porque doblegamos a golpe de piolet a aquello que se cierne sobre nuestros límites proyectando su sombra sobre nuestros sueños.

Pero quizá uno de los mayores errores del ser humano es pensar que la montaña sólo se conquista ascendiéndola.

Emile Allais (1912-2012) fue el mejor ejemplo, quizá sin proponérselo, de que los sueños se cumplen descendiendo en un vuelo vertiginoso para posarse al pie de las montañas.

Allais nació en pleno corazón de los Alpes, en Mègeve. Las montañas imponentes que había en los alrededores atraían a turistas y montañeros al lugar que no podía competir con otros resorts de moda como Saint-Moritz o el vecino Chamonix, desde donde partían las expediciones hacia el Mont Blanc. Aún así, abundaban los hoteles de montaña y el turismo era una constante en el lugar. De hecho, Emile Allais abandonó en colegio y  comenzó a trabajar a los 12 años en el hotel familiar. Compaginaba su labor en el establecimiento con la ayuda que prestaba a su tío, guía de montaña, al que llevaba las provisiones para sus expediciones. Allais se calzaba los esquíes y cruzaba los parajes  nevados, a veces en travesías de ocho horas. Ahí comenzó su relación de amor con el esquí.

El esquí no era un deporte para Emille Allais. Era una forma de vida, una especie de simbiosis con las montañas que le rodeaban. Su sueño era poder regentar un resort invernal donde ofrecer clases de esquí a los turistas y venderles provisiones y material para sus expediciones. Pero con 17 años participó en una prueba de esquí de fondo y la ganó. Allí comenzó a percibir el esquí como algo diferente. Y esa percepción se acrecentó con la llegada a Mègeve de un instructor que vio el potencial del joven Allais y le introdujo en el mundo del esquí alpino. Ese instructor introducía la técnica de esquí en paralelo desde una etapa temprana en la formación, en lugar de centrar el aprendizaje en la técnica de la angulación, que era la base de la escuela austríaca de esquí alpino. La espléndida forma física de Allais, su dominio del medio y, sobre todo, su tenacidad, le convirtieron en un excelente esquiador en poco tiempo. A mediados de los años 30 estaba compitiendo en los principales campeonatos y obteniendo para Francia medallas al mismo tiempo que los especialistas ensalzaban la belleza de su técnica.

La fotografía muestra el podio de la prueba. Los ganadores del oro y la plata van vestidos de negro y hacen el saludo nazi levantando el brazo derecho. Allais va con una chaqueta blanca y mantiene los brazos pegados al cuerpo. Pulse para ampliar.

Emile Allais, con chaqueta blanca, ganador de la medalla de bronce en la prueba combinada de slalom y descenso en los Juegos Olímpicos de Invierno de Garmisch (Alemania) en el año 1936.

Allais, convertido en una figura del esquí, tomó como referencia para su estilo al austriaco Toni Seelos, un esquiador autodidacta cuya técnica de esquí en paralelo le hacía imbatible. Y comenzó a desarrollar su propia técnica de esquí, ganando más y más medallas para Francia en este deporte.

La fotografía muestra la línea de llegada de la competición. Allais atraviesa la meta bajo la panx¡carta y hace el gesto de victoria elevando ambos brazos. Pulse para ampliar.

Emile Allais entra como vencedor en la meta del Campeonato del Mundo de Esquí de Chamonix en 1937. En esta competición ganó las tres medallas de oro en las categorías de slalom, descenso y combinada.

Allais volaba sobre la nieve. Arrebatado, pensando en el próximo giro que debía acometer, con la mirada perdida en el infinito y su cuerpo preparado para abordar la siguiente puerta. Para él la cima de la montaña estaba en su base, no en la cumbre. Y mientras el vertigo subía como un hilillo de electricidad desde el vientre hasta su boca, él descendía hasta la meta para poner la montaña a sus pies.

Portada de la revista LIFE donde se ve una fotografía de Allai tomada desde abajo. En primer plano están sus esquíes y él se ve agachado sobre ellos, como si estuviera preparado para saltar. Pulse para ampliar.

Portada de la revista norteamericana LIFE de enero de 1949 dedicada a Emile Allais.

Allais fue el primer hombre en ganar un campeonato del mundo en las categorías de slalom y descenso en la misma competición (un récord que se mantuvo imbatido durante 20 años). Pero también fue el entrenador de los equipos nacionales de esquí alpino de Francia, Canadá y Estados Unidos. Y además fue el encargado de planificar los resorts franceses de Corchevel, La Plagne y Flaine. Sus pequeños sueños de niñez se habían hecho realidad pero magnificados. No sólo eso: Allais también dedicó parte de su experiencia a intentar trasladar sus descubrimientos con el esquí a los demás. Estando en Estados Unidos, desarrolló unos esquíes metálicos, los Allais 60, que fueron los que llevaron al francés Jean Vuarnet a ganar el oro olímpico en descenso en 1960.

La fotografía muestra al esquiador en pleno descenso, agachado sobre los esquíes y con los bastones recogidos bajo los brazos. Pulse para ampliar.

Jean Vuarnet, ganador de la medalla de oro en descenso en los Juegos Olimpicos de Invierno de 1960 celebrados en Squaw Valley (EE.UU). Fue la primera vez que se utilizaban los esquíes metálicos diseñados por Emile Allais. Junto con la innovadora y aerodinámica postura del cuerpo, Vuarnet alcanzó los 115 km/h y la victoria final.

Pero la gran contribución de Allais al diseño es, curiosamente, visual. Deseoso de explicar y difundir el nuevo método de esquí en paralelo, escribió un manual técnico que revolucionó el mundo del deporte alpino. El método Arlberg, basado en los virajes angulados, dejaba la técnica del esquí en paralelo  y los virajes llamados «evasión» sólo para niveles muy avanzados. Allais se propuso diseñar un método en el que se explicara el esquí en paralelo desde los niveles más básicos. Y así nació uno de los manuales más hermosos del siglo XX: el Método francés de esquí de Emile Allais.

Allais recurrió al fotógrafo Pierre Boucher, cuya técnica depuradísima estaba muy influída por el Cubismo, el Surrealimo y el Constructivismo ruso. Allais diseñó un tratado de esquí en el que página a página se desgranaban los secretos de la nueva técnica. Y Boucher realizó una serie de fotografías tomadas desde el ángulo preciso que mejor podía reflejar el movimiento en cuestión bajo las indicaciones de Allais. Muchas de ellas están hechas en ángulos picados, casi cenitales, para que pudiera apreciarse en un solo golpe de vista la inclinación del tronco y la dirección de los esquíes. Y si la posición de los brazos resultaba confusa, se aclaraba a través de la proyección de la sombra del esquiador en la nieve.

La imagen muestra una doble página del manual de esquí. En cada página aparece diversas fotografías en las que Allais ejecuta un giro. Están tomadas desde un punto de vista muy elevado, dejando ver la postura del cuerpo, la posición de los esquíes. Pulse para ampliar.

Pierre Boucher (fotografía y diseño) y Emile Allais – «Método francés de esquí» (1947)

La influencia del Constructivismo ruso y de la Nueva Tipografía de Jan Tschichold están presentes en el diseño del manual en cada una de las páginas. Desde la utilización de los colores (blanco y negro para las fotografías y rojo para signos, indicaciones y textos de relevancia) a la disposición de los elementos en la página: diagonales y curvas que reproducen la sección aúrea conforman gran parte de la maquetación editorial del manual. Además, el tamaño de las ilustraciones fotográficas y su disposición en páginas enfrentadas clarificaba los contenidos de una manera casi exclusivamente visual. Boucher  incluso no dudó en utilizar incluso imágenes en negativo para la explicación de los movimientos.

La imagen muestra una doble página en la que se explica el modo de girar con los esquíes en paralelo a través de cuatro fotografías. Una en la página izquierda y tres en la derecha. Pulse para ampliar.

Pierre Boucher (fotografía y diseño) y Emile Allais – «Método francés de esquí» (1947)

Página a página, el extraordinario diseño del Método francés de esquí explica de un modo didáctico, claro, sin apenas interferencias visuales, la posición correcta del cuerpo, su inclinación, la posición de los esquíes, dejando claro la necesidad de proyectar el cuerpo en la dirección de la nueva curva para vencer las fuerzas externas. Todas los detalles aprendidos por Allais en décadas de trabajo y competición se reflejaron en forma de líneas, diagramas y fotografías dispuestas sobre un fondo blanco como la nieve. Y nunca mejor dicho.

La imagen muestra una fotografía de Emile Allais tomada de perfil para explicar cuál debe ser la correcta inclinación del cuerpo en el descenso. Pulse para ampliar.

Pierre Boucher (fotografía y diseño) y Emile Allais – «Método francés de esquí» (1947)

La imagen muestra una doble página en la que se secuencia a base de varias fotografías seguidas, la correcta posición del cuerpo en el descenso. La dirección y la fuerza de los movimientos está señalado con flechas rojas sobre el cuerpo. Pulse para ampliar.

Pierre Boucher (fotografía y diseño) y Emile Allais – «Método francés de esquí» (1947)

El texto que acompaña a las fotografías en el manual de Allais jamás estorba en el conjunto visual. Es más, se adapta a la forma y a la dirección de los movimientos y a la inclinación de la superficie sobre la que Allais esquía. Su tamaño deja el protagonismo a la imagen, que ocupa casi todo la página.

La imagen muestra una página donde se muestra un ejemplo de giro con los esquíes en cuña. Pulse para ampliar.

Pierre Boucher (fotografía y diseño) y Emile Allais – «Método francés de esquí» (1947)

El diseño como disciplina tiene el difícil papel de situarse a medio camino entre la expresión artística y la disciplina técnica. Toma de la primera la sensibilidad y la sensorialidad y de la segunda el dominio del medio y utiliza ambos préstamos para realizar creaciones que lleguen y sean comprendidas por la mayoría de las personas. Los trabajos de diseño permanecen ocultos bajo la cotidianidad y llenan nuestra vida en forma de periódicos, letreros comerciales, libros, tenedores, exprimidores, coches, pantalones o guantes. Nos sumergimos en el diseño sin ser conscientes de ellos. Simplemente disfrutamos de la textura de un material, de la suavidad de un engranaje, de la disposición del texto y de las imágenes en una publicación, de la ingeniosidad de un envoltorio, de la ligereza de un tejido. Y la vida parece un poco mejor por el simple hecho de que alguien haya decidido introducir un poco de belleza en nuestra existencia. Eso es lo que hizo Emile Allais con la ayuda de Pierre Boucher en su manual de esquí: llevar a la vida cotidiana un lenguaje originario de la vanguardia artística, tamizándolo, suavizándolo de modo que el impacto visual de los conceptos contenidos en él sirviera tanto a la comunicación como a la estética. Muchos años antes de que se sistematizara el aprendizaje técnico de los deportes, Allais diseñó un método exhaustivo, lleno de detalles, que contribuyó a la difusión del esquí alpino. Y todo ello fue posible gracias al impresionante trabajo de reflexión sobre la interacción del cuerpo humano y la nieve a través de los esquíes. El concepto visual del Método francés de esquí se adelantó a su tiempo al fragmentar el movimiento y diseccionarlo para su perfecta comprensión. Acompañándose, y esto es su gran valor, de un aspecto visual que facilitaba el proceso y que recogía la mejor tradición del diseño europeo de la primera mitad del siglo XX.

Quizá como hombre criado a la sombra de las enormes moles alpinas, Allais no fue consciente de la magnitud de su aportación al diseño editorial, como no se es consciente de  la escala de las cumbres hasta que uno se aleja de ellas. El paso de los años no ha hecho más que demostrar el gran trabajo de diseño realizado por el tandem Allais-Boucher. Un diseño que demuestra que a veces la cima se conquista descendiendo hasta los pies de la montaña.