Asuntos domésticos

“Me gusta dirigir porque creo que una mujer, de un modo más o menos intuitivo, saca a la luz muchas emociones que raramente pueden verse en la pantalla. Puede que pierda algo de lo que consiguen los hombres, pero obtengo otros efectos en los que ellos nunca han pensado.” — Lois Weber

Tenía el don de contar historias, una mirada capaz de transformarlas en imágenes y el convencimiento de que el cine no era cosa de hombres. Y tanto era así que fue la primera mujer en dirigir un largometraje, la primera en entrar en la Asociación de Directores Cinematográficos de América (que sólo admitía hombres), la primera en dirigir su propia productora y la primera en formar parte de la dirección de la recién fundada Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Se llamaba Lois Weber y fue la directora de cine (además de guionista, directora de arte, diseñadora de vestuario y montadora) más famosa de su tiempo aunque su nombre ahora parezca haber sido borrado por el paso del tiempo.

Lois Weber (1879-1939) empezó su carrera artística siendo concertista de piano. Era una niña prodigio que con 16 años se embarcó en una gira por todo Estados Unidos. Sus conciertos eran un éxito hasta que en uno de ellos una de las teclas negras del piano se rompió. Eso le produjo un colapso nervioso tras el que tomó la decisión de abandonar las actuaciones en público. Fue entonces cuando decidió orientar sus inquietudes artísticas hacia el teatro.

En 1904, con 24 años, Weber se unió a una compañía teatral itinerante dirigida por Wendell Phillips Smalley, un hombre cercano a la cuarentena que había estudiado Derecho en Harvard y ejercido como abogado durante siete años en Nueva York pero que al final había encontrado su vocación en el teatro. Era, además, el primer actor de la compañía. Pocos meses después de que Lois Weber se uniera a la troupe, ella y Smalley se enamoraron y se casaron. Lois comenzó a escribir guiones para las productoras cinematográficas y ese fue el camino que les llevó a entrar en el mundo del cine. Al poco tiempo los Smalleys (que era el sobrenombre con el que acabaron siendo conocidos) entraron a trabajar en la productora Gaumont. Allí comenzaron a dirigir cortos de un rollo, siempre sobre los guiones de Lois y allí coincidieron con Alice Guy Blanche, la que se considera la primera  directora de cine de la historia. No resulta aventurado creer que el ejemplo de Alice Guy y sus consejos sirvieron para animar a Lois a empezar a dirigir sus propias películas. Desde muy pronto fue ella la que figuraba como directora principal y su marido como ayudante de dirección.

Los Smalleys se fueron haciendo un hueco en el mundo del cine. En 1912 les ofrecieron hacerse cargo de la productora cinematográfica Rex, filial de la Universal Film Manufacturing Company  una vez que Edwin S. Porter, que la había dirigido hasta entonces, decidiera abandonar su puesto. Lois y Smalley dirigían al menos dos películas de un rollo a la semana. Esa fue la verdadera escuela de cine de Lois, una en la que ella era la encargada de escribir las historias, diseñar el vestuario y los decorados, montar y dirigir la película (incluso revelando ella misma los rollos) mientras que Wendell se dedicaba a tareas de producción y a ser ayudante de dirección. En muchos de esos cortometrajes de un rollo las protagonistas eran mujeres que afrontaban conflictos y situaciones cotidianas a veces estresantes, como en su película Suspense, donde un ama de casa debía enfrentarse al ataque de un malhechor mientras su marido estaba en el trabajo. Es notable el concepto cinematográfico de la narración que tenía Lois Weber ya que en esta película aparece un recurso muy poco frecuente en estos primeros años del cine: la acción simultánea vista a través del recurso de la pantalla partida.

La imagen muestra un fotograma de la película

En «Suspense», Lois Weber introduce la pantalla simultánea triple para provocar tensión al espectador al mostrar la conversación tranquila del matrimonio y el peligro que acecha con el ladrón en el exterior de la casa..

 

Poco a poco, los Smalleys comenzaron a atreverse con películas de más rollos. El primer largometraje dirigido por Lois Weber fue una adaptación de la obra de Shakespeare El mercader de Venecia, rodada en 1914. A partir de este momento compaginaron la producción de cortos y de largometrajes hasta que un año después fueron contratados por Hobart Bosworth Productions para que produjeran y dirigieran más largometrajes. Fue en este momento en el que Lois Weber comenzó a hacerse un nombre como directora de cine concienzuda. Una de las películas que rodó para Bosworth tiene el honor de ser la primera en la que en pantalla sale un desnudo completo frontal. Esa película se tituló Hypocrites, fue rodada en 1915 y ya presenta las características principales de las obras de Weber: cuidado y meticulosidad en el diseño artístico, buena dirección de actores e historias que no sólo tuvieran categoría artística sino que incluyeran un mensaje que moviera conciencias.

La imagen muestra un salón en el que una joven está sentada en un sillón y sostiene es sus manos un ramo de flores. La joven las huele embelesada. Ante ella y con una rodilla hincada en el suelo, aparece su enamorado, que eleva la vista al cielo con gesto feliz. Tras ambos aparece la imagen de un monje, con hábito blanco que señalando al enamorado mira a una aparición que entra en la habitación

Fotograma de «Hypocrites» (1915) en la que la actriz Margaret Edwards aparece como «la Verdad desnuda».

 

Ya consolidada como directora de cine y guionista Lois regresa a la Universal. A todas las labores que ejercía anteriormente se une la de responsable de la comunicación y de la publicidad de sus películas. El interes de Weber por los temas sociales se plasmó en una serie de largometrajes que exploraban (por lo general desde una óptica femenina) una serie de temas poco comerciales como la pena de muerte (The People vs John Doe), la adicción a las drogas (Hop, The Devil’s Brew) o la pobreza y la brecha salarial (Shoes). Mientras parte de la crítica la aclamaba por no rodar películas al uso, otra parte la acusaba de sermonear al espectador con historias morales cuando lo que quería el público era mero entretenimiento. Weber se mantenía ajena a las polémicas y seguía ganando prestigio como directora. Tanto que su nombre se citaba junto con el de David W. Griffith y Cecil B. de Mille cuando se hablaba de los directores más importantes de Hollywood. De hecho, la película más taquillera de la Universal en el año 1916 fue una dirigida por Lois Weber y cuya temática era el control de natalidad y el aborto. Where are my children? fue un hito de la industria cinematográfica estadounidense.

 

Cartel de publicidad de la película “Where Are My Children?” donde puede verse a una mujer joven con gesto compungido apoyándose en una estatua en medio de un ardid, mientras que tras ella otra mujer vestida de enfermera la observa con gesto compasivo. Pulse para ampliar.

Cartel publicitario para la película “Where Are My Children?”

 

Weber fue responsable también de la primera aparición cinematográfica de la gran estrella de la danza rusa Anna Pavlova.  Pavlova había llegado a Estados Unidos de la mano de la gira de los ballets rusos de Sergei Dhiaghilev y se había establecido en el pais. Weber, fascinada por la expresividad de sus gestos (que no de sus cualidades interpretativas), la contrató para protagonizar The Dumb Girl of Portici en 1916.

Sentadas a una mesa están las dos mujeres. Paulo a a la izquierda se lleva una mano al corazón y mira a Weber, que le devuelve la mirada con una sonrisa. Pulse para ampliar.

Fotografía del rodaje de “The Dumb Girl of Portici” en la que se ve a Anna Pavlova y a Lois Weber en una pausa del rodaje.

Ese prestigio fue, probablemente, el que le hizo decidirse a abandonar la Universal en 1917 y fundar su propia productora, Lois Weber Productions cuya sede estableció en el 4634 de Sunset Boulevard. A pesar de su nueva empresa,Weber negoció importantes contratos de distribución con la Universal, asegurándose de ese modo la difusión de su trabajo. En estos momentos, Lois Weber era el director de cine (hombre o mujer) mejor pagado de Hollywood.

Las películas que Weber dirigió para su propia productora variaron un tanto en su temática con respecto a aquellas que había dirigido hasta el momento. Siguió centrando los argumentos en personajes femeninos pero las tramas (ella seguía escribiendo los guiones de las películas que dirigía) se desarrollaban en ambientes íntimos, por lo general dentro de los hogares (el lugar al que estaba relegado la mujer) y la perspectiva de los acontecimientos estaba marcada por las emociones y los temores femeninos. Su carrera seguía ascendiendo y ella estaba orgullosa de ello, como se muestra en la publicidad (de la que también era responsable) de sus películas: Weber se siente orgullosa de haber realizado The Blot y What Do Men Want tal y como quería ella y no bajo las órdenes de ninguna productora.

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Cartel publicitario de Lois Weber Productions para The Blot y What Do Men Want? en el que la directora se muestra orgullosa de haber realizado estas dos películas a su gusto, sin presiones externas.

 

La carrera de Lois Weber parecía imparable, sin embargo en 1922 ocurrió algo que significó el comienzo de su declive profesional: ella y Smalley se divorciaron tras casi dos décadas de matrimonio. Algunos autores han defendido la teoría de que  Wendell Philips Smalley fue algo más que un mero comparsa en la asociación profesional que mantenía con su esposa, y que eso se demuestra en la rápida decadencia de la carrera de Weber tras el divorcio. Obviamente la relación profesional entre ambos debía ser muy sólida y complementaria, y la separación debió afectar a Weber más de lo que habría imaginado. Pero también debe tenerse en cuenta otro factor completamente ajeno a las relaciones personales. A partir de la década de los años 20 del siglo XX, el mundo del cine deja de convertirse en un negocio residual y alternativo para convertirse en una máquina de fabricar dinero. Es en este momento cuando el cine es ya el entretenimiento por excelencia para el público norteamericano y cuando el nickelodeon para las clases bajas se ve sustituido por las grandes salas lujosas que atraen espectadores con mayor poder adquisitivo. Es entonces cuando la presencia femenina en los puestos importantes de la industria del cine comienza a desvanecerse y el cine se convierte en un negocio masculino. Poco a poco van desapareciendo las mujeres productoras, directoras y quedan, de modo residual, las guionistas o diseñadoras de decorados o vestuario que, muchas veces, ni siquiera aparecían en los créditos. La presencia femenina en el cine se reduce a la interpretación y al brillo de la femme fatale que habría de marcar el cine hasta bien entrada la década de los 50. Tampoco hay que descartar que la temática de las películas de Weber, con sus dilemas morales y sus tramas cotidianas, empezaran a aburrir al público, que exigía más espectáculo y fantasía. Sea como fuere, la que había sido la directora mejor pagada de Hollywood comenzó a desaparecer de la escena.

Aun así, Lois Weber siguió dirigiendo largometrajes. Cada vez más espaciados en el tiempo (quedaban lejos aquellos años en los que ella y Smalley rodaban varias películas de un rollo a la semana para la  Gaumont). Seguia escribiendo guiones basados en protagonistas femeninas, lo que le dio fama de descubridora de nuevos talentos interpretativos como Mildred Harris, una de las grandes estrellas del Hollywood silencioso. Su última película fue White Heat, un drama de amor interracial entre un hombre ambicioso y una nativa hawaiana, rodada en 1934 que tuvo una pobre acogida.

La imagen muestra una póster ilustrado donde se ve a un hombre con gesto fiero que parece abalanzarse sobre una pareja que se besa apasionadamente. Pulse para ampliar.

Cartel publicitario de la última película dirigida por Lois Weber en 1934

 

Después de White Heat Lois Weber no volvió a dirigir. Pasó los últimos años de su vida corrigiendo y revisando guiones para la Universal, la productora a la que había hecho ganar una fortuna. Su papel decisivo en la historia del cine se vio ignorado durante décadas hasta que a principios del siglo XXI su figura comenzó a ser revisada por diferentes estudiosos que valoraron su visión de la industria cinematográfica completamente opuesto al que se estableció en Hollywood a partir de los años 20 con el sistema de estudios. A pesar de ser considerada por parte de la crítica como moralista e incluso mojigata por la temática de sus películas, Weber tenía claro que las protagonistas de sus historias no debían ser “muñequitas lindas” presentadas como “arboles de navidad recargados” (en sus propias palabras) sino mujeres inteligentes y con carácter, luchadoras, que deberían enfrentarse al papel que les otorgaban las estructuras sociales patriarcales y las costumbres sexuales de la época.

En un mundo donde el brillo del oropel deslumbraba desde la gran pantalla, Lois Weber se empeñó en rodar películas en las que las historias no transcurrían en un escenario de lujo, esplendor o exotismo, sino que mostraban bajo la superficie calmada de los asuntos domésticos las violentas corrrientes submarinas de emoción y sentimiento que conforman la vida misma.

Lois weber y Wendell Philips Smiley

Lois Weber dirigiendo una película a principios de la década de los años 20.