Los tres entierros de John Baskerville

Forastero-

bajo este cono, en tierra no consagrada, un amigo de la Libertad

ordenó que su cuerpo fuera inhumado.

Que su ejemplo ayude a liberar tu pensamiento de inútiles temores

y de las malvadas artes del sacerdocio.

John Baskerville (1705?-1775) – Inscripción para su epitafio (1773)

 

John Baskerville no creía en Dios. Ni en la resurrección de las almas y de los cuerpos. «Si existe tal cosa como la resurrección, regresaré a la tierra 50 años después de haber muerto», dijo en una ocasión. Él mismo no sabía cuán proféticas serían estas palabras.

No se sabe a ciencia cierta cuándo nació el mejor tipógrafo de Inglaterra (con permiso de William Caxton, William Caslon o Stanley Morison) porque el primer registro de su vida que aparece es su partida de bautismo, en 1706. Pero desde muy joven comenzó a dar señales de poca timidez y de mucha ambición. Su primer oficio conocido fue el de grabador de lápidas, un trabajo respetado y apreciado aunque no excesivamente bien remunerado. Al joven Baskerville le apasionaban las letras: las tallaba con cuidado, en todos los estilos y formas conocidas, al gusto del cliente. Algo de lo que se vanagloriaba en una lápida tallada por él y utilizada como anuncio publicitario que se conserva en los archivos de la ciudad de Birmingham, donde vivió y trabajó desde 1726.

John Baskerville anuncio de talla de lápidas

John Baskerville – Lápida tallada por él mismo anunciando sus habilidades como escultor (c.1720): «Lápidas, talladas en diversos estilos por John Baskerville, maestro de la escritura».

Las letras fueron el primer gran amor de Baskerville, pero no iban a hacerle rico… aún. A pesar de su maestría en el oficio, Baskerville buscaba un modo de enriquecerse y lo encontró en la fabricación de objetos de estaño primero y, siguiendo la moda de las clases pudientes, de elementos decorativos lacados después. La laca era una técnica originaria de China y Japón que consistía en cubrir un objeto de madera con varias capas (un centenar en  la mayor parte de los casos) de barniz con el objeto de decorarla y hacerla más resistente. Muchos fabricantes de muebles occidentales enviaban paneles de madera a Oriente para que los lacaran allí con el coste desmedido que ello suponía. La incipiente clase media inglesa, que estaba asistiendo a los principios de la Revolución Industrial, demandaba objetos como aquellos aunque no podía pagar su elevado precio. La solución la encontraron una serie de empresarios avispados que comenzaron a vender objetos lacados en Inglaterra con un aspecto muy oriental.

La imagen muestra un abanico de tipo oriental, es decir: con un palo largo y estrecho para agarrarlo y un remate superior en forma de semicírculo irregular. Está realizado en madera pintada de negro con motivos decorativos florales en blanco y color crudo. Pulse para ampliar

Ejemplo de banco lacado. Inglaterra c.1750

Uno de esos hombres de negocios fue John Taylor (que luego sería fundador de la banca Lloyd´s), cuyo centro de operaciones estaba en Birmingham. Baskerville le observó cuidadosamente para intentar descubrir cómo realizaba esos objetos. Se dice que le perseguía por toda la ciudad para saber dónde compraba los suministros para su factoría. Baskerville logró reproducir más o menos la fórmula secreta del barniz de Taylor a base de comprar en los mismos lugares que él y las mismas cantidades de los ingredientes. La utilizó para realizar cajas de rapé, muebles pequeños o botones. Y se hizo rico.

El dinero obtenido con su nuevo negocio sirvió para que John Baskerville cumpliera dos sueños: comprar una casa y una propiedad a las afueras de la ciudad y dedicarse, otra vez, a las letras. En Easy Hill (ese era el nombre de la casa) y cuando ya había pasado de los 50 años de edad, John Baskerville fundó una de las principales imprentas y fundiciones tipográficas de Europa. Baskerville era un hombre que sabía lo que quería y al que le importaba bien poco lo que opinaran los demás acerca de su persona: su traslado a Easy Hill supuso también el inicio de su vida en común con Sarah Ruston Eaves. Ella había sido abandonada por su marido en 1745 (que huyó del país acusado de falsificación), dejándola con los hijos en común de la pareja a su cargo. La señora Eaves entró en Easy Hill como ama de llaves, aunque conviviendo ambos bajo el mismo techo ni la sociedad de Birmingham ni el derecho anglosajón tenían duda de que cohabitaban como matrimonio. No se sabe a ciencia cierta cómo se conocieron John Baskerville y la señora Eaves. Lo que es seguro es que durante 18 años, desde la llegada de Sarah a Easy Hill hasta la muerte de Baskerville, ambos formaron un tándem perfecto tanto personal como profesional. A pesar de ser poco amigo de las convenciones y de que nunca tuvieron hijos en común, Baskerville y la señora Eaves se casaron en 1764, apenas un mes después de que el marido prófugo de Sarah hubiese muerto.

La imagen muestra una página de un libro de actas donde aparecen cuatro anotaciones de matrimonio. La última, en la parte inferior de la página, corresponde al matrimonio entre John Baskerville y su ama de llaves Sarah Eaves. Pulse para ampliar.

Acta de matrimonio entre John Baskerville, soltero y Sarah Baskerville, viuda. 1764 (última anotación de la página)

 

La imagen muestra un grabado en blanco y negro de un paisaje con una gran casa al fondo ante la cual aparece un camino de acceso flanqueado por árboles. Pulse para ampliar.

William Ellis – Grabado que muestra la imprenta Baskerville y Easy Hill (a 12 kilómetros de Birmingham) en 1792

Los trabajos editoriales de Baskerville enseguida llamaron la atención, no sólo en Inglaterra sino en toda Europa y América, no en vano el propio Benjamin Franklin se convirtió en uno de los principales admiradores del trabajo de Baskerville y en su amigo personal, a quien visitaba cuando estaba en Inglaterra. El diseño de una tipografía nueva, que abandonaba las dependencias formales de las tipografías romanas anteriores, tuvo al principio tantos detractores como defensores. Muchos acusaban al diseño de Baskerville de herir la vista con sus contrastes de grosores en los palos pero otros muchos la aclamaban como la primera tipografía moderna además de, al fin, de ser una creación genuinamente inglesa. Baskerville se cuidaba muy mucho de utilizar los mejores papeles, los más blancos, de satinarlos con rodillos de cobre caliente para que la apariencia de la página fuese seguida del disfrute táctil de su suavidad. La tinta que utilizaba para sus impresiones seguía una fórmula, que mantuvo siempre en secreto, y producía un excelente contraste con el blanco de la página. Y todo ello al servicio de una tipografía romana elegante, equilibrada, meditada hasta el último detalle, que parecía convertir en sentencia inapelable todo aquello escrito con ella.

La imagen muéstrala página inicial de las obras completas de Virgilio. Sólo aparece el nombre del autor, debajo el título - Bucólicas, Geórgicas y Eneida- y en la parte inferior la referencia al impresor -John Baskerville- el año de impresión -1757- y el lugar - Birmingham. Pulse para ampliar

John Baskerville – Obras Completas de Publio Virgilio Marón (1757). Esta edición fue la primera que salió de la imprenta de Easy Hill y pronto se convirtió en el referente mundial en cuanto a tipografía e impresión.

Muy pocos perdonaron a Baskerville el éxito de sus trabajos editoriales. Quizá porque era un republicano declarado o porque no se avergonzaba en decir que era un ateo convencido. O quizá porque despreciaban su modo de vida, cohabitando con Sarah bajo el mismo techo y luego casándose con ella (le echaban en cara que ella había sido criada antes). O acaso era por su natural tendencia al exceso en lo que al gusto se refiere, porque no dudaba en pasearse por Birmingham vestido con su levita escarlata, chaleco verde y camisa con encajes dorados. O quizá era simplemente envidia de que se hubiera convertido en uno de los fundadores de la tipografía moderna (junto con Fournier, Didot, Ybarra y Bodoni) y de que la Universidad de Cambridge le hubiera nombrado su impresor oficial. Lo cierto es que entre las críticas y las perdidas económicas que el ocasionaba el negocio de la edición hicieron que Baskerville abandonara su trabajo como editor. Aunque no pudo resistir ver cómo se elogiaba al impresor de Birmingham Nicholas Boden. Así que, tras unos años de parón volvió a editar libros. Y volvió con mas fuerza que nunca.

Ser ateo no implicaba en absoluto la prohibición de imprimir libros religiosos. La nueva cima de la tipografía inglesa la alcanzó John Baskerville con su edición de la Biblia in folio, que aun hoy en día sigue siendo uno de los referentes de la historia de la tipografía.

La imagen muestra una página de la Biblia impresa por Baskerville. Exactamente el comienzo del libro de Miqueas, en el Antiguo testamento. Está impresa a dos columnas. Pulse para ampliar.

John Baskerville – Página de la Sagrada Biblia (1763). Libro de Miqueas.

El ateísmo de Baskerville le había llevado a pedir ser enterrado en su propiedad, en suelo no consagrado y de pie, bajo una especie de cono de piedra a modo de mausoleo. Las frases del epitafio escrito por el mismo no dejan lugar a dudas. Y así se hizo cuando, en 1775, John Baskerville murió. Su viuda Sarah mantuvo la actividad de la imprenta y de la fundición tipográfica durante un tiempo, pero al final acabó buscando un comprador para la maquinaria, los punzones tipográficos y la propiedad. Tanto el gobierno revolucionario francés como el propio Benjamin Franklin estuvieron interesados en comprar el legado de Baskerville pero, al final, quien lo consiguió, fue el dramaturgo francés Pierre-Agustin Caron de Beaumarchais (el autor de Las bodas de Fígaro). Beaumarchais pretendía utilizar los tipos de Baskerville en su imprenta pero al final sus descendientes vendieron los punzones al impresor Didot en 1816. Punzones que terminaron su periplo en la ilustre fundición Deberny et Peignot a finales del siglo XIX.

Cuando Sarah murió en 1788 el comprador de Easy Hill respetó la voluntad de Baskerville de estar enterrado -de pie- en su propiedad y no movió el mausoleo. Pero en 1791 los disturbios que asolaron Birmingham producto del enfrentamiento entre partidarios y detractores de la Revolución Francesa también arrasaron Easy Hill. Casi cincuenta años después de la muerte del impresor se construyó un canal que pasaba por el medio de la propiedad. Y en las obras del canal se encontró el ataúd de John Baskerville. Como si hubiera sido él mismo profeta, el impresor volvió a la Tierra – o por lo menos sobre ella- medio siglo después de su muerte. Curiosamente, para no creer en la resurrección, Baskerville había dado órdenes de que su cuerpo se conservaran con técnicas de embalsamamiento y el cadáver estaba en un sorprendente estado de buena conservación. Thomas Gibson, uno de los ingenieros encargados de hacer el canal, sabiendo quien era el difunto, se quedó con el ataúd y lo guardó en uno de sus almacenes. Este gesto podría considerarse como de respeto a la figura del padre de la tipografía moderna pero en realidad Gibson ofrecía a quien le pagara seis peniques la posibilidad de atisbar el interior del ataúd. Tanto abrir y cerrar el ataúd hizo que el cadáver, tan bien conservado durante medio siglo, comenzara a deteriorarse rápidamente. Y aún así, un tal Thomas Underwood tuvo tiempo de hacer un esbozo del difunto John Baskerville descansando en su caja de plomo.

La imagen muestra un dibujo hecho a lápiz donde se aprecia en la parte superior un rostro humano de forma cadavérica, sin ojos pero con piel muy pegada a los huesos. Se adivina también parte del tronco y de la caja torácica. Pulse para ampliar

Thomas Underwood – Esbozo de los restos mortales de John Baskerville hecho el 15 de agosto de 1829

Cuando Gibson se cansó de su macabro negocio, el ataúd de Baskerville pasó al fontanero John Marston, que lo utilizó como banco de trabajo durante algún tiempo. Pero al final acabó por pedir ayuda a un librero, el señor Nott, que, conociendo la importancia de Baskerville, decidió dar descanso digno a sus restos. Logró enterrarlos en una cripta de Christ Church, en Birmingham pero tras ser demolida la iglesia a finales del siglo XIX los restos de Baskerville fueron trasladados y enterrados de nuevo en el cementerio de Warstone Lane donde -por ahora- aún siguen.

La obra de John Baskerville sigue siendo revisitada y rediseñada, admirada y utilizada como ejemplo de elegancia, equilibrio y sabiduría tipográfica. No hay experto en diseño que no asienta con un gesto de aprobación ante cualquier texto escrito en tipografía Baskerville. A pesar de todas las envidias y maledicencias que soportó en vida y de su rocambolesco periplo después de su muerte, la figura de John Baskerville debe ser vista como la de un amante de la libertad que buscaba el conocimiento sobre todas las cosas (así por lo menos se definió en su epitafio). Un conocimiento que sabía que sólo daban los libros, que imprimió con mimo para que desterraran para siempre las tinieblas de la superstición y de la religión (sí, él, que había editado una magnífica Biblia). La religión era, para él, fuente de la mayoría de los males que afectaban a la Humanidad. No en vano en una ocasión, cuando discutía con un amigo sobre la existencia o no de Dios, su interlocutor le dijo que la plaga de moscas que había asolado Egipto era una prueba evidente de la existencia de Dios. John Baskerville le respondió que lo único que demostraba esa plaga era la escasez de arañas.

Genio y figura hasta en sus sucesivas sepulturas.

La imagen muestra un cuadro en el que aparece un hombre de cierta edad, en plano medio. Lleva una chaqueta oscura con chaleco y una camisa blanca con volantes que sobresalen por las mangas de la chaqueta. Pulse para ampliar

John Millar – Retrato de John Baskerville (1774)