El atlas de las nubes

El río Stour marca la frontera entre los hermosos condados de Suffolk y Essex, al este de Inglaterra. El nombre del río deriva probablemente de una antigua palabra germánica que significaba «tumultuoso» pero, a pesar de ese adjetivo, el Stour fue uno de los primeros ríos que, en el siglo XVIII se acondicionaron por medio de canales para facilitar la navegación -y con ello, el transporte de mercancías- hasta y desde Londres. La Revolución Industrial fue la culpable de esa primera y tímida transformación del paisaje que convirtió la región agrícola y ganadera del valle en un lugar lleno de actividad.

En el curso medio del Stour, en la orilla del condado de Suffolk, se encuentra una pequeña localidad llamada East Bergholt, conocida en el siglo XVIII por la fabricación de tejidos de lino y por la calidad de su grano. De hecho, en los alrededores de la población existían numerosos molinos. Uno de los propietarios de esos molinos fue un comerciante llamado Golding Constable, cuyos negocios prosperaron hasta el extremo de ampliar su campo de acción a Dedham, en la otra orilla del río, ya en el condado de Essex. Constable poseía incluso un pequeño barco que utilizaba para transportar la harina y el grano hasta Londres. Un negocio próspero que Golding y su mujer Anne confiaban que siguiera con sus hijos. Pero, para su gran sorpresa y contrariedad, uno de sus vástagos salió artista.

John Constable (1776-1837) -que así se llamaba el muchacho en cuestión- fue el cuarto hijo de Golding y Anne. Ambos decidieron que, al no ser el primogénito, haría una honorable carrera eclesiástica. Pero John no parecía muy dispuesto a seguir ese camino. Así que dispusieron que aprendiera los entresijos del negocio. Pero aquello tampoco funcionó. Quizá no contaron con la pasión que despertó el arte en su hijo, pasión que se vio alimentada por los ánimos que le daba, cada vez que veía una obra suya, un artista aficionado local llamado John Duthmore. Duthmore animó a John a seguir el camino que le dictaba su corazón, independientemente de lo arduo que fuera. Así que John logró convencer a sus padres de que quería ser pintor y a la junta de admisión de la Royal Academy de Londres de que podía aprovechar las enseñanzas de la institución. Y en 1799, a la tardía edad de 23 años, fue admitido como alumno a prueba.

La formación de Constable como pintor no debió de ser fácil: no tenía estudios previos en arte, salvo los bocetos y los cuadros que había hecho con anterioridad y los consejos de John Duthmore. Y había comenzado su educación académica a una edad en la que la mayoría de los alumnos de la institución comenzaban su carrera profesional. Pero tenía tan claro qué era lo que deseaba hacer que su tesón le hizo superar aquellos obstáculos. A partir de 1802 sus cuadros se exhibieron en las exposiciones anuales de la Academia con un éxito bastante notable. De hecho, llamó la atención de Sir George Beaumont, un conocido patrón de las artes y pintor aficionado él mismo que solía exponer en la Royal Academy. Beaumont le permitió el acceso a su colección de arte, donde Constable pudo conocer a los antiguos maestros de la pintura, sobre todo Claudio de Lorena y los paisajistas holandeses del siglo XVII. Durante sus años de formación, Constable probó con la pintura religiosa, el retrato y el paisaje. Pero éste último género era el que le atraía cada vez más.

La imagen muestra un cuadro en el que aparece una muchacha muy joven, cortada a la altura de la cintura. Lleva un vestido blanco de manga corta y tiene los brazos cruzados apoyados en algo que parece el respaldo de una silla, cubierto con una tela roja. La figura de la joven está muy iluminada y de ese modo destaca mucho sobre el fondo, que es muy oscuro. La joven mira hacia el espectador con un cierto aire de melancolía. Pulse para ampliar,

Jonh Constable – Retrato de Mary Freer (1809)

Como parte de su formación, Constable hizo un viaje por los distritos de los Picos y de los Lagos, regiones ambas consideradas de gran belleza paisajística. Al regresar de ese viaje, Constable decidió que había malgastado su energía en demasiados frentes y que el único tema que quería tratar era el paisaje. Con ese tema podía reproducir una y otra vez su tierra natal, esa que le había maravillado en su niñez y que tanto echaba de menos en Londres. Constable estaba decidido a ser pintor. Tanto, que incluso rechazó un puesto de trabajo como profesor de dibujo -algo que le hubiera permitido una tranquilidad económica que no tenía- por seguir el camino que había decidido. Y fue una decisión difícil y muy meditada porque significaba quedarse en Londres cuando le hubiera gustado volver a Suffolk no sólo por su familia sino también por la nieta del rector de East Bergholt, Mary Bicknell. Constable se enamoró de Mary y la cortejó a pesar de la oposición de su respetable abuelo, que consideraba que un pintor de mala muerte sin apenas ingresos no era un pretendiente digno para su nieta. Durante siete años Constable siguió evolucionando en su estilo, asentándolo y adquiriendo una mayor maestría… y esperando poder casarse con Mary. Fue en 1816 cuando, por fin, pudo hacerlo. Pero, por desgracia, eso fue debido al fallecimiento de su madre primero y de su padre después, lo que le dejó en una posición económica desahogada. Tenía 40 años cuando se casó con Mary.

La imagen muestra un plano medio corto (ligeramente por debajo del pecho) de una mujer joven, que lleva una camisa blanca con grandes volantes en el cuello y una falda oscura. Mira hacia la izquierda, con la cabeza ligeramente ladeada y en su gesto puede apreciarse como una ligera sonrisa. Pulse para ampliar.

John Constable – Retrato de Mary Bicknell, señora de John Constable (1816)

El matrimonio Constable se estableció en Londres, donde el pintor podía tener más contactos y aumentaban las posibilidades de vender sus cuadros. Es esta época en la que el paisaje en sus cuadros adquiere una madurez definitiva. Constable tenía un gran rival pictórico, J.M.W. Turner, cuyos experimentos con el color influyeron sin duda en el estilo de Constable, aclarando su paleta e investigando sobre la luz y su reflejo sobre las superficies. Todos sus cuadros se basaban en un estudio concienzudo de los elementos que entraban a formar parte del paisaje y, de ese modo, realizaba una reflexión sobre la naturaleza cambiante: la luz, las hojas de los árboles, la hierba, el agua… Todo ello transformaban el cuadro en la representación de algo efímero, de un momento único e irrepetible.

La imagen muestra un paisaje en el que en primer plano puede verse un prado en el que el sol ilumina partes de la hierba, Un poco más allá hay un cercado de madera tras el cual están dos vacas paciendo. Un poco más allá se ve el río, donde a lo lejos se aprecia una barca. Y en la orilla de enfrente, otro prado con árboles. La mitad superior del cuadro lo ocupa un cielo con nubes y claros por donde se filtra el sol que ilumina partes del los prados por todo el cuadro. Pulse para ampliar.

John Constable – Wivenhoe Park, Essex (1816)

La mayor parte de los cuadros de esta época los basó en bocetos hechos tiempo atrás. Bocetos que recogía en su cuaderno donde, además de la composición y de los elementos más destacables, anotaba las sensaciones, los colores, los movimientos que podía percibir para reflejarlos lo más exactamente posible después.

La imagen muestra una página de una libreta horizontal donde, trazado a lápiz está un dibujo muy sumario en el que aparece, en primer plano, una barca apuntalada en la orilla del río, la orilla del mismo un poco más alejada y una serie de árboles a ambos lados de la composición. Pulse para ampliar.

John Constable – Página de su libreta de apuntes con estudio para «Construcción de barcas cerca de Flatford Mill»

 

La imagen muestra un cuadro que repite casi literalmente el esquema del boceto anterior: la barca, la orilla del río un poco más alejada, los grupos de árboles a ambos lados. Añade una figura arrodillada delante de la barca que representa a un hombre trabajando la madera. Pulse para ampliar.

John Constable . Construcción de barcas cerca de Flatford Mill (1815)

Además de anotar en su libreta todos aquellos detalles que podía considerar interesantes, Constable bocetaba del natural. A diferencia de Turner, que realizaba sus apuntes con acuarela, Constable lo hacía con óleo. En una época en la que aún no estaban generalizados los colores fabricados de modo industrial y presentados en tubos, el boceto con óleo al aire libre era bastante complicado. Pero Constable quería seguir la estela de maestros del paisaje como Claudio de Lorena o el holandés Ruysdael y captar de la naturaleza toda la información que pudiera.

La imagen muestra un paisaje donde se ve en primer plano la orilla del río, a la izquierda, un molino y cruzando el río hacia el otro lado un carro tirado por bueyes. En la otra orilla se ve un prado iluminado por el sol y, más al fondo, un grupo de árboles. La mitad superior del cuadro está ocupada por un cielo tormentoso lleno de nubes oscuras que, aún así, dejan filtrar algún rayo de luz. Pulse para ampliar.

John Constable – Estudio para «El carro de heno» (c.1821)

La imagen muestra un cuadro muy similar al boceto anterior. Los elementos están igualmente dispuestos pero la principal diferencia es que en este hay más luz. Esa luz se filtra desde el cielo a través de los claros que se abren en las nubes, en la parte derecha del cuadro. Además también añade un perro en la orilla del río más cercana al espectador, ladrándole al carro que está atravesando el curso de agua.. Pulse para ampliar.

John Constable – El carro de heno (1821)

Los paisajes de Constable forman un conjunto verdaderamente notable. Tomando como referencia a Claudio de Lorena, estudiaba la luz para dar profundidad a la composición, iluminando los planos más alejados. Y al igual que los paisajistas holandeses, la mitad superior de sus cuadros solían estar ocupados por cielos llenos de nubes que filtraban esa luz de modo caprichoso, conformando un mosaico de reflejos sobre las aguas del río, sobre la hierba mojada, sobre los tejados de las casas…

La imagen muestra un camino en primer plano, en la parte izquierda del cuadro, por donde va paseando una pareja. El hombre levanta su bastón señalando hacia un punto del fondo. En la parte derecha hay un prado que está atravesado por un río, y en donde pace el ganado. Al fondo, en el plano más iluminado del cuadro se ve la catedral, enmarcada por los árboles del camino. Pulse para ampliar.

John Constable – La Catedral de Salisbury desde los jardines del obispo (c.1825)

Su estudio de las nubes le valió alguna que otra crítica y más de una burla. Él mismo se defendía diciendo que cómo podían achacarle ser un pintor de tormentas cuando amaba cada rayo de luz que se posaba sobre los objetos.

La imagen muestra un boceto al óleo en donde se ve el la parte inferior una estrecha franja de tierra, una extensión de agua sobre ella (podría ser un río o una playa) y los dos tercios superiores del cuadro ocupados por un cielo gris en donde unos inmensos nubarrones negros se dibujan a grandes brochazos. Pulse para ampliar.

John Constable – Estudio con nube de lluvia (c.1824)

Esa luz que amaba comenzó a apagarse a finales de la década de los veinte cuando la salud de Mary, enferma de tuberculosis y debilitada por siete partos, empeoró notablemente. Los Constable se trasladaron a la ciudad costera de Brighton, esperando que el cambio de clima ayudara a su restablecimiento. Los paisaje de Constable comenzaron a ser más sombríos a medida que el estado de Mary empeoraba.

La imagen muestra en primer plano una playa en la que una serie de personas están realizando labores relacionadas con la pesca (cosiendo redes, carteando pescado, etc.). Hay algunas barcas varadas en la arena. Más cerca de la orilla, que está en la parte derecha del cuadro, puede verse a gente paseando. Al fondo, un muelle de madera que se adentra en el mar. Los dos tercios superiores del cuadro están ocupados por un cielo completamente encapotado, con nubes blancas y grisáceas, que dan una sensación de frío al conjunto. Pulse para ampliar.

John Constable – El muelle de Brighton (c.1825)

Mary murió en 1828 dejando a Constable sólo con su arte para esconder la melancolía que le invadía. Los cielos de sus paisajes comenzaron a cerrarse de nubes oscuras que apenas dejaban pasar un pequeño rayo de luz. Y aún así, esos cuadros siguen siendo hermosos y vibrantes, llenos de vida y movimiento. Porque en Constable, todo está vivo: el agua del río que fluye lentamente, el humo que sale de la chimenea, la vaca paciendo plácidamente, las hojas movidas por el viento o un perro ladrando.

John Constable es el verdadero renovador del paisaje pictórico del siglo XIX. Nunca pintó un cuadro pensando cómo iba a resultar agradable a quien lo viera, sino como creía que debía ser, buscando la pureza y la falta de afectación. No fue excesivamente valorado en su tiempo y sí admirado después, tanto por sus obras finales como por sus exquisitos bocetos en donde intentaba captar las sensaciones visuales efímeras, la esencia de aquello que escapa a la vista pero que es captado por el ojo y recordado después.

Quizá podría resumirse la obra de Constable como la de un pintor que, con infinita paciencia y cuidado, cartografió el mapa geográfico, pero también humano, del valle del río Stour, el río que separa Suffolk de Essex, una región que ahora lleva el nombre de «el país de Constable». Un hombre que supo plasmar los pequeños detalles de la vida en un conjunto lleno de placidez y de belleza, conformando una especie de atlas en el que cada uno de sus mapas es el dibujo del amor de un pintor por su tierra.

La imagen muestra un dibujo hecho a lápiz de un joven Constable, vestido con levita de cuello ancho y con un pañuelo anudado al cuello. Mira hacia el espectador aunque parece bajar la vista un poco. Un toque de color rojo en sus mejillas y barbilla le hacen parecer como si se hubiera ruborizado. Pulse para ampliar.

John Constable – Autorretrato (c. 1801)