Retrato de mujer solitaria sobre paisaje urbano
por MaríaVázquez
Por la vieja barriada, donde, de las casuchas
las persianas ocultan las lujurias secretas
cuando el astro cruel furiosamente hiere
a ciudad y los campos, los techos y sembrados,
quisiera ejercitarme en mi esgrima fantástica
husmeando en los rincones azares de la rima,
tropezando en las sílabas, como en el empedrado,
acaso hallando versos que hace tiempo soñé.
Charles Baudelaire (1821-1867) – «El sol» (Cuadros Parisinos – Las Flores del Mal, 1857)
John Maloof era un joven agente inmobiliario de Chicago con una prometedora carrera. En 2007 trabajaba en la zona del Northwest Side y estaba muy involucrado con su comunidad, tanto que decidió escribir un libro junto con Daniel Pogorzelski sobre la historia del barrio. Para ello ambos se pusieron manos a la obra y buscaron fotografías antiguas de la zona. Su editor les había dicho que con menos de 200 imágenes, el libro no sería viable. Pero 200 fotografías sobre el Northwest Side eran muchas y John y Daniel comenzaron a mirar en todos los lugares posibles donde pudiera ocultarse un grabado, un negativo, una fotografía… Pusieron en alerta a todas las casas de subastas de Chicago, encargándoles de que les avisaran si vendían algún lote de fotos antiguas. Y una de esas casas de subastas, RPN, les llamó para decirles que iban a vender una caja con negativos de lo que parecían ser imágenes de Chicago en los años 60. Maloof comenzó a mirar aquellos negativos pero el tiempo apremiaba y no podía pararse a escoger entre la gran cantidad de ellos que estaban allí guardados así que, haciendo un gran esfuerzo, compró la caja por 400$. Tras revisarlos detenidamente no encontró ninguna fotografía que sirviera para su proyecto. John Maloof volvió a guardar los negativos en la caja, la subió al desván y se olvidó de ella.
Para ser sinceros, Maloof no olvidó ni la caja ni su contenido. Algo en aquellas fotografías le atraía de un modo irresistible. Tanto que, a pesar de no tener ninguna formación en fotografía, John Maloof cogió su cámara compacta y se lanzó a las calles de Chicago para intentar plasmarlas como la persona desconocida que había subastado sus negativos y que habían terminado en sus manos. Un año después, John Maloof había asistido a cursos de fotografía, había arrinconado su cámara compacta, se había comprado una Rolleiflex y había instalado un cuarto oscuro en el ático de su casa. Pero lo más importante era que había descubierto quién era responsable de haber captado aquellas imágenes fascinantes.
Las fotografías habían sido hechas por una mujer. Se llamaba Vivian Maier y Maloof se puso como objetivo recuperar todos los negativos de las fotografías que había hecho. En un año había reunido casi el 90% de las fotografías que Maier había hecho a lo largo de su vida y descubrió, para su sorpresa, que Maier no había sido fotógrafa sino niñera. Maloof logró entrar en contacto con una de las familias para las que Vivian había trabajado y gracias a eso pudo reunir una enorme cantidad de objetos personales que estaban guardados en diferentes almacenes. Con mucha paciencia, ordenó aquella extraña colección de objetos y se dedicó a resolver el misterio de la niñera fotógrafa.

Algunos de los efectos personales de Vivian Maier (correspondencia personal, notas, recortes de prensa) recopilados por John Maloof.
El puzzle que Maloof comenzó a resolver a partir de todo aquel material resultó ser más increíble y sorprendente que las propias imágenes que le habían empujado a él mismo a ser fotógrafo. A pesar de su nombre con reminiscencias europeas, Vivian Maier había nacido en Nueva York en 1926. Sus padres eran de ascendencia judía austrohúngara (el padre) y francesa (la madre) que habían emigrado a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Pero como tantos inmigrantes llegados como ellos a la tierra prometida, el sueño dorado de riqueza y prosperidad se dio de bruces con la miseria del Bronx. La muerte del padre dejó aún más indefensas a Vivian y a su madre. Una inmigrante francesa llamada Jeanne Bertrand, que era una fotógrafa famosa especializada en retratos, las acogió en su casa.
Quizá Jeanne Bertrand quiso solidarizarse con una compatriota en apuros. Ella había sido una mujer valiente que con sólo 21 años y huérfana de padre, había abandonado la fábrica de agujas donde trabajaba -y tenía un sueldo fijo, que necesitaba para ayudar a su familia- para hacerse fotógrafa. Y con mucho esfuerzo había conseguido hacerse un hueco en esa profesión y encontrar el reconocimiento del público. Quizá el hecho de vivir con ella algunos años fue lo que inspiró a Vivian Maier a dedicarse a la fotografía. Y sin duda, el que aquella mujer lograra salir de la rutina asfixiante de una fábrica para hacer lo que realmente quería fue una inspiración para Vivian. Ella y su madre volvieron a Francia en 1939 pero, por desgracia, esa no era una buena época para vivir allí, sobre todo si se era de ascendencia judía. Regresaron a Nueva York y volvieron a Francia una vez terminada la II Guerra Mundial. Fue allí, en el país natal de su madre, donde Vivian comenzó a hacer fotografías. Sólo tenía una modesta Kodak Brownie, que no le permitía más que hacer instantáneas, pero le sirvió para descubrir que aquello era lo que quería hacer.
Tras su estancia en Francia Vivian Maier regresó definitivamente a los Estados Unidos en 1951. Pudo hacerlo porque encontró trabajo como niñera con una familia que regresaba a Norteamérica. Y una vez allí y con las referencias que le habían dado, encontró trabajo en Nueva York cuidando niños. Así fue como en 1952 pudo comprarse una cámara Rolleiflex y empezar a fotografiar la ciudad en la que vivía.
Las calles de Nueva York sirvieron a Vivian como estudio al aire libre para sus fotografías. Sin ella saberlo, o proponérselo, se convirtió en una fotógrafa urbana que descubría la belleza al tiempo que paseaba cuidando a los niños. Siempre con su cámara colgada al cuello. Como el paseante de Baudelaire, el flâneur que se dejaba perder por las calles de París, Vivian Maier vagó por Nueva York mientras empujaba un carrito de bebé, anónima, escondida entre la multitud pero perfectamente consciente de qué quería mostrar. En las calles supo ver el glamour, la ternura de la infancia, el amor, la pobreza, la violencia y la desesperación.
Los pequeños gestos de los transeúntes que contaban historias escondidas la atraían de manera irresistible. Como también lo hacía su propia imagen. Maier se hacía autorretratos en tiendas, escaparates, espejos. Diciendo, de alguna manera, que no sólo miraba la vida en la calle. También se observaba a ella misma.
Vivian Maier trabajó en Nueva York hasta 1956. Los niños de la familia habían crecido y su trabajo ya no era necesario. Encontró otro puesto en Chicago y no dudó en trasladarse allí. Ahora le tocaba cuidar de tres niños y explorar las calles de Chicago. La nueva familia para la que trabajaba la acogió con calor e incluso le proporcionó un cuarto de baño para ella sola donde instaló su cuarto oscuro. Ellos sabían de su afición a la fotografía pero nunca vieron el trabajo de Vivian. Era tan celosa de su intimidad que cuando dejaba los rollos a revelar lo hacía con nombre falso, para que nadie supiera de quien eran aquellas fotografías.
Vivian Maier vivió en Chicago el resto de su vida trabajando como niñera. Cuando los niños crecían ella cogía sus cosas e iba a trabajar con otra familia. Aún así, cada vez que su trabajo se lo permitía, Vivian realizaba viajes. Siempre sola. Y siempre con su Rolleiflex al cuello. Aún fuera de su contexto doméstico, buscaba los mismos temas: los gestos, las relaciones entre las personas. Y ella misma.
Cuando fue demasiado mayor para seguir trabajando como niñera Vivian Maier se encontró en apuros económicos. Nunca le había preocupado el dinero. Con su sueldo tenía suficiente para vivir, viajar y hacer sus fotografías. Pero cuando se retiró se encontró conque no podía salir adelante. En un gesto desesperado, decidió vender sus pertenencias para poder pagar algunas facturas. Fue así como sus cajas con los negativos llegaron a las casas de subastas de Chicago. Entonces aquellos tres niños que había cuidado al llegar a la ciudad se enteraron de su situación y decidieron ponerle solución. Consideraban a Vivian una segunda madre y no quisieron dejarla morir en la indigencia. Reunieron el dinero para comprarle un apartamento y pagarle los cuidados que necesitaba hasta que murió. Fueron ellos los que facilitaron a John Maloof el acceso a las pertenencias de Vivian guardadas en varios almacenes y a partir de las cuales el antiguo agente inmobiliario convertido en fotógrafo logró completar la historia de una vida en sombras. Analizando sus ingentes colecciones de los objetos más extraños (desde latas de pintura vacías a traviesas de tren, pasando por miles de artículos de periódicos -la mayor parte sobre violaciones, asesinatos y marginalidad- y cientos de rollos fotográficos en color sin revelar) John Maloof trazó el retrato de una mujer solitaria que vagaba por la ciudad. La obra de Vivian Maier está recogida en la Colección Maloof y en esta página web, de visita imprescindible. Viendo sus fotografías podemos sentir la presencia huidiza de alguien que paseaba por las calles acariciando con la mirada los rincones. Rincones a los que la luz llegaba pero en los que no se detenía. Y esa mirada tropezaba -como la de Baudelaire- con imágenes llenas de vida que se convirtieron en versos fotográficos con los que quizá, alguna vez, había soñado.
María me parece extraordinario el perfil de esta mujer anónima, no sabemos cuanto genio escondido hay y que todavía hay que rescatar, magnifico relato gracias por incluir en tu página personajes tan interesantes e ignorados por la mayoría de los mortales.
Es una pasada. Yo aun estoy impresionada con su historia.
Hola María, soy Carlos, amigo de tu padre. Enhorabuena por todo en general, aunque no te conozco fisicamente , sí te conozco un poco y me gusta mucho lo que eres. un saludo.
Gracias, Carlos! Me pones colorada! 🙂 Gracias por entrar en el blog y gracias por apreciarlo. Un día de estos seguro que nos vemos!
Un fuerte abrazo
Precioso artículo, María, aunque me ha dejado la sensación agridulce de haber fisgado en la vida íntima de esta grande y discreta fotógrafa. 🙂
Si, es verdad… Tan celosa de su intimidad y hemos acabado por diseccionar su vida. Pero es que es tan increíble lo que hizo durante tantos años! Echa la un vistazo a la web y mira sus fotos. Son a cada cual más increíbles.
Un abrazo, mi querida Delia. Es siempre un placer verte por aquí! 😘
Magnífico post, coma sempre!! A historia desta muller é incrible, intrigante,..
Supoño que xa o verías pero hai un documental titulado «Finding Vivian Maier» que merece ben a pena.
Si! Está producido e dirixido por John Maloof, o home que sacou á luz a historia desta muller. 🙂
Hola María! preciosa historia …. cuántas artistas ( mujeres) quedan por descubir…!!
.Gracias, por este «gustazo» de contarla y descubirla.
No pude leerla hasta hoy !
unha aperta grande.
Gracias, Isabel! Me alegro mucho mucho de que te haya gustado.
Besos!!
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