El sueño del corazón

por MaríaVázquez

«We are such stuff
as dreams are made on; and our little life
is rounded with a sleep»

(William Shakespeare – The Tempest)

El sueño de la razón produce monstruos. Del sueño del corazón surge el arte.

Quien haya visto de cerca alguna obra de Eduardo Chillida ha entendido que los sueños tienen forma. Que el vacío es tan consistente como la materia. Y que ambos se funden en un abrazo.

Chillida es uno de los artistas más originales del siglo XX. Recogió las influencias de grandes escultores como Constantin Brancusi o Henry Moore e incluso Auguste Rodin, investigando sobre el material y la textura del mismo como medio expresivo: el metal, la piedra (desde granito a alabastro), el hormigón, el papel o, incluso, una montaña se convirtieron en el medio a través del cual materializó (y ese es el verbo preciso) las ensoñaciones de su corazón de artista, y con todos ellos inventó un lenguaje artístico unificado, donde la escultura era dibujo y la pintura, arquitectura. Como en las obras que él llámó «gravitaciones», composiciones a base de papel y cartón, con dibujos o grabados que penden de hilos en varias capas:

La obra de Chillida es inseparable de la Naturaleza. Los propios materiales que utiliza, por muy artificiales que parezcan, acaban por adquirir la textura y la consistencia que da el haber surgido de forma casi telúrica de la mente creadora. Pero también la textura y la consistencia del espacio que les rodea, de modo que percibimos sus obras como inseparables del entorno. Su arte no necesita adjetivos ni descripciones, sólo espacio. Espacio donde el peso de la materia es la rebelión contra la propia materia.

Las obras de Chillida invitan a la reflexión en soledad. Acompañan al espectador con el rumor de las preguntas que no tienen por qué tener respuesta. Y modifican sutilmente nuestra percepción del universo. Porque observándolas nos damos cuenta de que el hierro, el hormigón, el papel, la piedra son materia, pero que también lo es el agua, el aire y la luz. En Chillida el vacío no existe como tal, el espacio no es un lugar donde situar un objeto tridimensional. Espacio o vacío son, en realidad, las manos que abarcan sus obras y las sitúan en el lugar exacto. Para el escultor, las manos eran esas «esculturas móviles» que podían transformar la realidad a través de su percepción. Las manos del aire que rodean sus esculturas se entrelazan con los dedos de hierro que peinan el viento o con los que apartan con delicadeza la cortina de luz que vela la línea del horizonte.

Como Próspero, el mago de La Tempestad de William Shakespeare, Chillida juega con la luz, el espacio, el tiempo y la materia, disponiéndolos a su antojo, invirtiendo su orden. O, más bien, dándoles un papel nuevo en el universo. Porque él, como Próspero, sabía que estamos hechos de la misma sustancia que los sueños.

De la misma materia de la que está hecho su arte.