Una buena presentación

por MaríaVázquez

La creación de los títulos de crédito para una película es una de las aplicaciones del diseño gráfico al cine. La presentación de la película supone, en muchos casos, definir su contenido – si es una comedia, un drama, si hay tensión narrativa…- o a sus protagonistas. Incluso si sólo aparece tipografía, ésta puede ser bastante reveladora.

Uno de los pioneros en el diseño de títulos de crédito fue el diseñador gráfico estadounidense Saul Bass. En la década de los años 60 realizó una serie de diseños para diversas películas que han quedado como ejemplo (aún hoy en día, en la época de los efectos digitales) de expresión creativa:

La mayor parte de los créditos diseñados por Bass recurrían a la ilustración como técnica. Quizá los más espectaculares sean los que hizo para West Side Story. En este caso eran créditos finales, ya que la película se abría con una panorámica aérea de Nueva York que iba cerrando sus planos hasta llegar al barrio donde transcurría la historia. El hecho de que se situaran al final del film no supuso que pasaran desapercibidos: en ellos Bass combina la imagen real con la ilustración a través de la elaboración de diversos graffitti que resumen visualmente la vida e idiosincrasia de los protagonistas del drama:

Los créditos de Bass muestran, ciertamente, junto con la música de Leonard Bernstein, la tensión dramática de la película para la que fueron diseñados. La ilustración es un método aún utilizado para realizar títulos de crédito aunque cada vez más en desuso:

Quizá, a pesar de las aportaciones de Saul Bass, se asocian los créditos de animación con un contenido de comedia, como puede apreciarse en los dos ejemplos anteriores: Pijama para dos (1961) y la más reciente Un funeral de muerte (2010).

Estos ejemplos muestran la utilización de la ilustración para la presentación de una película, pero a veces una simple tipografía puede resultar tan expresiva como cualquier otra técnica. Es el caso de las películas de Woody Allen, en las que, desde sus comienzos (y ya lleva unas cuantas) utiliza exclusivamente títulos en tipografía Windsor blanca sobre fondo negro. Si contemplásemos esa tipografía en cualquier otro lugar, la asociaríamos inmediatamente con el cine de Allen:

La forma de las letras puede llegar a dar mucha información. Como puede verse, por ejemplo, en los créditos de Rosencrantz y Guilderstern han muerto (1990) de Tom Stoppard, cuyas letras evocan la caligrafía hecha con pluma relacionando de ese modo el argumento con Shakespeare y su época de un modo visual. La música que acompaña a los créditos, sin embargo, no remite más bien al western o a una road movie. Sólo viendo la película podremos conjugar estos dos aspectos aparentemente contradictorios:

Un ejemplo de la elección cuidada de tipografía para los créditos iniciales es la de la película Blade Runner. La acción trascurre en el año 2019, en un Los Angeles superpoblado, sumergido bajo las nubes y la lluvia ácida y en una casi perpetua oscuridad. El diseño de ese mundo futuro mezcla la tecnología, los robots y las megaurbes con interiores y vestuario que recuerdan a las películas de cine negro de los años 40. Esa es, quizá, parte de la razón del éxito de la película.  Sin embargo, sus títulos de crédito son extrañamente contenidos y poco tecnológicos, incluso presentan un diseño en el que la tipografía romana aparece ligeramente modificada y recuerda un poco al Art Nouveau:

La contención visual de los créditos de Blade Runner causa un efecto sorpresa cuando, al finalizar, aparece la vista aérea inicial que nos presenta la megalópolis de Los Angeles escupiendo fuego, literalmente, en un fantástico trabajo del gran Douglas Trumbull. En este caso, los créditos muestran un contraste visual claro con el argumento de la película y en absoluto anticipan su contenido.

Porque una buena presentación, no tiene por qué decirlo todo…